A estas alturas cualquier persona de izquierdas estará acostumbrada a la propaganda anticomunista lanzada desde los mass media a diario, a pesar de la debilidad actual de las organizaciones comunistas. Esto es algo lógico teniendo en cuenta que su función principal es la reproducción de la ideología dominante para evitar una respuesta, perpetuando así el sistema.
No podemos cometer el error de pensar que son simples empresas que viven de la audiencia. Hablamos del arma más poderosa del capital, la que en un momento de tantas dificultades para millones de trabajadores/as, consigue canalizar el descontento y anular la alternativa.
Lo que es difícil para nosotros es ver como algunos dirigentes de izquierdas callan ante las proclamas anticomunistas en esos mismos medios o llegan incluso a hacerlas suyas, dándole así mayor efecto. Especialmente doloroso resulta ver a algunos que se empeñan en menospreciar los logros de la lucha antifranquista y escupir sobre la memoria de tantos y tantas camaradas que se jugaron la vida. Esto es algo tan injusto y triste a la vez, que hasta políticos de otras ideologías acaban valorando o defendiendo el papel del partido que sus propios dirigentes desdeñan. Una cosa es la autocrítica a tiempo y otra el relato fantástico-obsesivo cuarenta años después para ocultar la propia incapacidad política de los nuevos dirigentes. Espero que al menos sepan perdonar a todos los camaradas que en su día abrazaron el “eurocomunismo para legitimar ese sistema neoliberal que hoy nos desahucia, precariza, expulsa y mata” –como expone Guillermo Ubieto López. Estoy seguro que ningún militante del PCE pretendía eso por muy eurocomunista que fuese.
Me da la sensación que los dirigentes de la “nueva” política acaban diciendo cosas así porque no toleran que la militancia no se comporte como fans incondicionales. Lo cierto es que mis camaradas están hartos/as de que sus dirigentes les acusen de sectarios cuando nadie de su entorno se atrevería a decir semejante estupidez o que les llamen “patriotas de siglas” cuando llevan treinta años sin presentarse con sus siglas a unas elecciones. Están cansados/as de enterarse a través de la prensa burguesa de las negociaciones con otras organizaciones de cara a las citas electorales y que encima aprovechen para llamarles “ortodoxos”, “folclóricos” o “sectarios” por no tragar con sus pasteleos y chanchullos entre cúpulas. Mis camaradas están hastiados/as de pegar carteles de gente que siempre acaba en el bando contrario o de ver como determinados personajes utilizan al partido como trampolín para asegurarse un sillón hasta el día de su jubilación. Tampoco les agrada conocer la posición de los dirigentes a través de la televisión antes de ser debatida en los órganos (condicionándolos así). Y que por si fuera poco, aprovechan esos espacios para calificarles de “izquierda domesticada” aunque de vez en cuando citen a Marcelino Camacho por puro postureo. Duele escuchar a un veterano camarada decir que están reduciendo el partido a un club de debate y su militancia al pago de la cuota para no se sabe qué o para quién, porque el Coordinador General de IU dijo hace poco que “hay gente que no sabe si soy de IU o de Podemos, y eso es una buena noticia.”
No entiendo cómo con la que está cayendo y con lo necesario que es el partido, se cuestionen los principios ideológicos o su propia existencia. No sé si se trata de una liquidación o no, pero sí tengo claro que algunos no necesitan al Partido y solo lo tienen en un cajón para cuando hay sillones en juego y precisan de militantes como mulos de carga. Pero ofrecer discursos lacrimógenos y entrañables sobre el Partido de Dolores y Pepe no suple la falta de dirección política en el día a día. Tampoco se crea hegemonía asumiendo el discurso dominante por mucho que se reivindique a Gramsci, a quien curiosamente se utilizó y tergiversó para justificar la disolución del PCI.
Pienso que estamos en uno de los peores momentos para la clase obrera y para sus organizaciones políticas y sindicales. Por ello reivindico el papel de esos camaradas que ni en las peores condiciones se rindieron. Porque saben de dónde vienen y a dónde van. Justo al contrario que aquellos promocionados por los mismos medios que he nombrado al inicio. Otra cosa es que no lo queramos ver.