En el anterior artículo de marzo en La República trataba del 60 Aniversario de la Unión Europea, de los fastos que se hacían por inercia y del difícil porvenir de esta Unión con la continuación de las mismas políticas neoliberales, burocráticas y de dominio absoluto de las finanzas, el staff político y los medios de comunicación-propaganda a su servicio. Y analizaba también la realidad española desde el fin del franquismo, la transición y la entrada de España en la UE. Por tanto, continuaré intentando aportar algunas reflexiones, iniciativas, propuestas y alternativas, por aquello de que la realidad no se cambia contemplándola, sino actuando sobre ella o, al menos, intentándolo.
Parto de que la Europa actual (la UE) es un ente fracasado en sus dos posibles e hipotéticas versiones: la neoliberal y la de los pueblos.
La neoliberal ha fracasado porque, acabado el impulso anticomunista con la caída de la URSS, se les agota el discurso banal, maravilloso y fraudulento de un mundo de pensamiento único y de economía de mercado neoliberal globalizado, que iba a hacer dichosos a los europeos por su capacidad de consumo de todos los bienes necesarios e innecesarios, a costa de lo que fuere, sea esto la continuación del saqueo inmoral del mundo por los grandes grupos económicos y militares que lo controlan, con el silencio cómplice de las castas a su servicio en cada país, o con la guerra cuando los gobiernos nacionales defienden la soberanía e independencia frente al intento de dominación neocolonial.
La vertiente de la construcción de la Europa de los Pueblos ha fracasado también, porque las organizaciones políticas, sindicales y los movimientos intelectuales que debían trabajar y empujar para su creación, se han entregado progresivamente al pensamiento, a la acción y al lenguaje del adversario, han liquidado o amortizado sus organizaciones (PCI, PCF, PCE, Die Linke…), no cuento aquí la socialdemocracia porque en la economía, la lucha de clases y la paz frente a la guerra, es un apéndice “social” del sistema, y han acabado en un intento de mantenerse nominalmente vivas, sólo desde una perspectiva electoral instrumental, abandonando la vieja aspiración de la izquierda real de ganar la hegemonía ideológica, moral y política, de organizar a amplios sectores de la sociedad y de construir un pensamiento y una acción mayoritarios para el cambio social.
Dicho lo anterior debemos concluir que nos encontramos, o al final de una etapa, como argumentan ciertas teorías, cosa que no comparto porque no hay etapas cerradas, o que estamos en un largo período de continuación de la degradación de un momento que se consideró fundacional e histórico después de la IIª Guerra Mundial, con la derrota del fascismo pero con el inicio también de la guerra fría. A partir de ahí, sólo veo un camino: reconstruir pensamiento, organización, unidad popular de verdad con consistencia moral, ideológica y política y con coraje para abordar los tiempos difíciles. Y esto, amigos/as, camaradas y compañeras/os, en España, o lo hace la izquierda que no ha colgado los bártulos, o que no pierde el tiempo buscando frases de salón para cambiarlas al día siguiente, según sople el viento, o no lo hará nadie.
Los comunistas, el PCE, la izquierda anticapitalista en general, nacieron para construir una realidad de paz, justicia social y libertad, y ningún pensamiento ha influido tanto en la realidad europea y mundial, especialmente desde 1917, con su filosofía humana, optimista, creadora y revolucionaria, a pesar de sus fracasos y renuncias. Es momento de repetir que nuestras ideas, teorías y concepto del mundo no se llevan a cabo con un voluntarismo sin causa y con milagros sociales. El abc del asunto continúa siendo la lucha de clases, recuperando todo lo clásico de esta lucha, por imprescindible, organizando en empresas, centros de estudio, barrios y plazas la relación, el trabajo y la unidad, y renovando todo lo necesario para adaptar nuestros métodos a las nuevas realidades tecnológicas, educativas, laborales. Decir que en España se debe producir un cambio en profundidad es una obviedad, siempre que se proponga un cambio real que produzca modificaciones económicas, sociales, laborales y mentales, sin retroceder en todo lo que, a pesar de las derrotas, renuncias y contradicciones, se ha avanzado. Mientras se parlotee de cambio y se continúen aceptando elementos fundamentales de la España actual, OTAN, bases, UE sin cambios, a lo Tsipras, reformas y “colectivizaciones” exprés sin objetivo ni presupuesto, aunque se jure y perjure contra la corrupción por ser lo más universal y conocido para licenciar al PP de sus arduas tareas de robar, no al gobierno catalán, por ser de los ladrones que mañana te pueden votar, y se adopte un tono de “modernidad” snob, todo será un bluff instrumental. Un cambio en profundidad exige que haya colectivos políticos, sociales e intelectuales que se lo propongan, conscientes de su complejidad en la España y mundo actuales.
Iniciar este cambio exige: no aceptar una concepción claudicante de la historia para llegar al “poder” o, mejor dicho, a un gobierno que te de ministerios y hasta una Vicepresidencia, el cielo “podemita”, dejando por el camino historia, ideas, ética y gente.
En España hay algunos dogmas a superar, a pesar de que los loritos de la politiquería los repiten para auto contentarse y creer que tienen razón si los repiten mucho. Un dogma a superar, el que afirma, con más o menos énfasis, que la lucha de clases es una antigualla del pasado que sólo defienden cuatro desarrapados de la política, lo cual conduce irreversiblemente a la aceptación del lenguaje del adversario de clase y a un “pacto social” pasivo, con las consecuencias de aumento de la precarización laboral, la reducción de salarios y derechos sociales y más pobreza absoluta y relativa, que afecta incluso a amplios sectores con trabajo regular del que no pueden vivir con una mínima dignidad.
Otro dogma a superar es la pérdida creciente de una relativa hegemonía ético-cultural, que antaño, y no hace tantas décadas, tenía un peso en el pensamiento de amplios sectores, hoy desactivados.
Tercer dogma a superar, por falso y peligroso, el de que España es un mal absoluto, que ni se debe nombrar como tal, sino decir, tergiversando conceptos y lenguaje, Estado español, y defender al mismo tiempo el “dret a decidir”, milonga verbal para evitar hablar del derecho de autodeterminación, que aquí nunca tuvo ni tiene sentido, ya que no hay ni colonias ni opresión, salvo la opresión de clase que padecen todos los españoles, vivan donde vivan, ejercida por los poderes económicos y políticos alrededor del gobierno del PP, a veces del PSOE, en pacto ambos con CiU, CDC o PDeCat y aliados que, en Catalunya, han sido la vanguardia española de todas las privatizaciones en educación, sanidad, empresas públicas, y de los más duros recortes sociales, lo cual ha generado gravísimos problemas sociales que los nazional-secesionistas dicen que solucionarán con la independencia y un amplio sector de la sociedad de Catalunya se lo cree.
Se debe acabar el ser subsidiarios del nacionalismo, citando y manoseando muchas veces textos de diosas y tribunos que no tienen nada que ver con la realidad histórica, y mucho menos con la actual. Y, antes de que me olvide, la izquierda que quiera ejercer de tal, sólo puede serlo defendiendo la paz contra las guerras que matan, destruyen y derrochan. No reitero un programa político de base mínima ya que lo he hecho en muchas ocasiones. Sí repito que no se trata de la larga carta a los reyes del “programa, programa, programa”, o a los duendes del “sorpasso”, sino de un programa político breve, conciso y básico en el que se defienda, publicite y se organice la alternativa a lo actual. Una alternativa que será difícil poner en marcha si se cuenta con un PSOE que ni siquiera tiene consistencia de partido, estancado políticamente, sin autocrítica ni rectificación por todo lo que liquidaron; Un Unidos Podemos que con el rollo de las confluencias y de que los cambios será más fácil hacerlos por departamentos geopolíticos identitarios (catalanes, gallegos, andaluces…), que no construyendo una verdadera Unidad Popular, en la vía de una España Federal Republicana con horizonte socialista, empieza fragmentando en todas partes lo que había con una cierta entidad, defiende soberanías de cartón-piedra y desarbola lo que antes estaba organizado y operativo. Difícil pues, imposible dicen, por necesario lo haremos.