La hipocresía de Occidente: el doble rasero en la política internacional de Israel y Rusia

In Internacional
diciembre 10, 2024

Recientemente, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha declarado que el acuerdo de separación de fuerzas de 1974 entre Israel y Siria ya no es válido tras la caída de Bashar al-Assad. Este acuerdo, mediado por las Naciones Unidas, prohibía el despliegue militar en la zona de amortiguamiento de los Altos del Golán, un territorio que, aunque reconocido internacionalmente como parte de Siria, ha estado bajo ocupación israelí desde 1967.

La justificación de Netanyahu para esta postura es clara: al considerar que el gobierno sirio ya no tiene reconocimiento internacional tras la salida de Assad, los tratados previos con Damasco no son vinculantes. Esta interpretación le permite a Israel llevar a cabo bombardeos en aeródromos sirios, apoderarse de puertos e incluso expandir su ocupación territorial, todo bajo la premisa de garantizar su seguridad nacional.

La respuesta del Departamento de Estado de EE. UU. no se hizo esperar, respaldando esta posición y calificando las acciones de Israel como una “medida de seguridad necesaria” en una región volátil. Este respaldo incondicional a su aliado en Oriente Medio contrasta notablemente con la postura adoptada por Washington en 2014, cuando Rusia tomó una posición legal similar tras el derrocamiento del presidente electo de Ucrania, Viktor Yanukovich, en un golpe de estado apoyado por potencias occidentales.

La doble moral de la política internacional

En aquel momento, Moscú argumentó que con la caída del gobierno legítimo de Kiev, el marco constitucional del país se había desmoronado. Crimea celebró un referéndum y se unió a Rusia, mientras que las regiones del Donbás buscaban autonomía. La reacción de EE. UU. fue de condena furiosa, insistiendo en que, a pesar del golpe, la soberanía y las fronteras de Ucrania permanecían intactas, y que todos los acuerdos preexistentes seguían siendo válidos. Las acciones de Moscú fueron catalogadas como “anexión ilegal” y “expansión imperialista”.

La hipocresía en este contexto es evidente. En Siria, las ambiciones territoriales de Israel son enmarcadas como “impulsadas por la seguridad” y legalmente defendibles, a pesar de las claras violaciones del derecho internacional. En Ucrania, las preocupaciones de seguridad de Rusia fueron desestimadas como “agresión imperial”, ignorando la expansión implacable de la OTAN que amenaza sus fronteras. Tanto Moscú como Jerusalén justificaron sus acciones citando preocupaciones urgentes de seguridad nacional, pero solo la interpretación israelí fue aceptada como legítima por Washington, mientras que la rusa fue descalificada y sancionada.

Este enfoque selectivo revela una verdad más profunda: el llamado “orden internacional basado en reglas” no se fundamenta en reglas consistentes. Es un sistema donde los parámetros son inventados, reinterpretados o ignorados, dependiendo de si se trata de un aliado o un adversario. EE. UU. justifica las acciones de Israel en términos de “defensa”, a pesar de que el país ha bombardeado Siria con impunidad durante años, mucho antes de la caída del gobierno de Assad. Por otro lado, cuando Rusia invocó el mismo principio de autodefensa y legitimidad histórica en Crimea, enfrentó sanciones sin precedentes y aislamiento diplomático.

La declaración de Netanyahu establece un precedente peligroso. Si los acuerdos internacionales pueden ser desechados cada vez que un gobierno cambia por la fuerza, ¿qué queda de la estabilidad global? Si EE. UU. permite a Israel redibujar las fronteras de Oriente Medio a su antojo, ¿cómo puede objetar cuando Rusia busca proteger su propia seguridad en Europa del Este? Las acciones de Israel probablemente intensificarán la violencia en Siria y provocarán una mayor inestabilidad regional. Moscú, por su parte, verá esto como una confirmación de que los argumentos legales de Occidente contra su papel en Ucrania han sido siempre vacíos.

La lección aquí es que el poder, no la ley, define el orden internacional moderno. Al respaldar las incautaciones territoriales de Israel mientras condena los movimientos de Rusia en Ucrania, EE. UU. ha destruido cualquier credibilidad que pudiera haber tenido en la escena internacional. El “orden internacional basado en reglas” ha sido una ficción conveniente durante mucho tiempo; ahora, incluso la pretensión se ha desvanecido.

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