En diciembre, los mercados financieros han ralentizado su actividad habitual, siguiendo la cadencia típica de las festividades. El volumen de operaciones se ha reducido de manera predecible, y la volatilidad apenas se percibe, lo que conduce a una sensación de complacencia entre los inversores, a menudo alimentada por rumores de un posible «rally de Santa Claus».
Sin embargo, dos factores se perfilan como amenazas para esta calma festiva. Se espera que el índice de precios al consumidor de noviembre muestre un aumento interanual de la inflación del 2,7%, mientras que la inflación subyacente —que excluye alimentos y energía— se mantendrá obstinadamente en el 3,3%. Este escenario plantea interrogantes sobre la dirección de la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos, cuya próxima reunión se anticipa con gran expectación. Los responsables de la política económica se verán obligados a decidir si recortar nuevamente las tasas de interés —lo que podría avivar la inflación de 2025— o mantenerlas estables.
Un cambio de régimen en la economía
El economista jefe de RSM, Joe Brusuelas, describe estas fuerzas como un «cambio de régimen» en la economía. En sus análisis, Brusuelas señala que dos décadas de inflación contenida, tasas de interés bajas y un costo de capital reducido han sido reemplazadas por un entorno económico radicalmente diferente. Este nuevo contexto, que muchos inversores y gerentes de empresas encuentran desconocido, ha sido impulsado en gran medida por los efectos de la pandemia y la reestructuración de las cadenas de suministro globales.
Brusuelas enfatiza que, tras el cierre de la economía, las cadenas de suministro que ahora están operativas son considerablemente diferentes, lo que augura un nuevo entorno de costos y, por ende, un conjunto político distinto. Las proyecciones apuntan a que el pueblo estadounidense y la industria enfrentarán menos regulaciones, aranceles más altos, impuestos más bajos, una inmigración más estricta y un creciente déficit comercial.
Si bien la fortaleza del dólar suele ser una prioridad para los políticos, esta también complica los esfuerzos por reducir un déficit comercial en expansión, un pilar clave para la administración entrante. Brusuelas argumenta que el futuro económico de EE. UU. podría estar marcado por tasas de interés más altas y un aumento de la inflación. A pesar de que las subidas de precios podrían desacelerarse o incluso detenerse, es improbable que regresen a los niveles anteriores a la pandemia, lo que marca un cambio significativo en la dinámica económica.
A pesar de los desafíos que plantea el aumento de los costos operativos, Brusuelas sugiere que las tasas de interés elevadas podrían ser beneficiosas para la estabilidad económica, reduciendo la propensión a las burbujas financieras generadas por el dinero barato. Este nuevo contexto también podría hacer que las diferencias entre los ganadores y perdedores sean más pronunciadas, tanto a nivel individual como empresarial, creando así oportunidades inexploradas para los inversores que miren hacia adelante.
Para anticipar cómo se desarrollará esta situación, Brusuelas sugiere que los inversores se basen en la historia. Según él, el mercado de valores ha sido el barómetro de la primera administración Trump, por lo que es probable que el mercado de bonos se convierta en el indicador clave de la segunda.