El Parlamento de Georgia ha tomado la decisión de nombrar al exjugador del Manchester City, Mikhail Kavelashvili, como nuevo presidente del país. Su candidatura ha sido respaldada por 224 de los 300 legisladores, lo que refleja un apoyo significativo dentro de la coalición gobernante. A sus 53 años, Kavelashvili ha sido el único candidato considerado para este cargo, que en el contexto georgiano tiene un carácter ceremonial, ya que el poder ejecutivo recae en el primer ministro y su gobierno.
Este nombramiento se produce en un momento de tensión política en Georgia, donde la oposición pro-europea ha estado protestando desde que el partido Georgian Dream obtuvo una victoria aplastante en las elecciones parlamentarias de octubre. La oposición ha manifestado su rechazo a los resultados de la votación presidencial, lo que pone de manifiesto la polarización política en el país. Los manifestantes, portando banderas de Georgia y de la Unión Europea, se han congregado en el centro de Tiflis, exigiendo el reconocimiento de su voz en el proceso democrático.
Contexto político y reacciones
La presidenta saliente, Salome Zourabichvili, quien ha sido una figura pro-occidental, ha declarado que no tiene intención de abandonar el palacio presidencial a pesar de que su mandato finaliza oficialmente. En declaraciones a Radio Francia Internacional, Zourabichvili afirmó: “Cuando un nuevo presidente sea legítimamente elegido a través de una elección, con gusto cederé mi asiento a él.” Esta situación subraya la complejidad del proceso político en Georgia, donde la transición de poder se está viendo marcada por la resistencia de la oposición.
Es relevante señalar que esta es la primera vez que el presidente georgiano es elegido por los miembros del Parlamento en lugar de a través de un voto popular. Este cambio en el proceso electoral podría interpretarse como un intento de estabilizar la política interna, aunque también plantea interrogantes sobre la representatividad y la legitimidad del nuevo liderazgo en un país que ha estado bajo la influencia de las dinámicas geopolíticas entre Oriente y Occidente.
La situación en Georgia es un reflejo de los desafíos que enfrentan muchas naciones en su búsqueda de un equilibrio entre las influencias externas y la soberanía nacional. A medida que el país navega por estas aguas turbulentas, es crucial observar cómo se desarrollará la relación entre el nuevo presidente y los sectores de la población que se sienten descontentos con el rumbo político actual.