El Girona se autodestruyó en su visita a Son Moix, donde, a pesar de jugar más de una hora con un jugador más tras la expulsión de Muriqi, no logró aprovechar su ventaja y terminó cediendo una derrota por 2-1 ante el Mallorca. La situación del equipo de Míchel se complica, ya que acumula seis partidos consecutivos sin conocer la victoria, con cuatro derrotas y dos empates que ponen en entredicho su rendimiento.
El primer gol del Mallorca, anotado por Larin, llegó tras un error defensivo de Juanpe, que provocó un contragolpe letal. Este fallo fue el desencadenante de la frustración del técnico, quien decidió sustituir a Juanpe casi de inmediato. El Girona, que había comenzado el partido con buenas intenciones gracias al gol de Van de Beek, se vio incapaz de mantener el control del juego y terminó regalando dos goles al rival, uno de ellos en inferioridad numérica.
Un partido perdido en la ineficacia
A pesar de contar con más hombres sobre el campo, el Girona no logró concretar sus oportunidades. En más de 70 minutos de juego con un jugador más, el equipo visitante no disparó a puerta en ninguna ocasión, salvo el gol inicial. Esta incapacidad para generar peligro se evidenció en la falta de conexión entre los delanteros y la mediacancha, algo que Míchel intentó corregir con múltiples cambios, pero sin éxito.
La segunda mitad fue un reflejo de la impotencia del Girona, que continuó mostrando un juego plano y sin ideas. A medida que avanzaba el partido, el Mallorca, respaldado por la tenacidad de Larin, se fue consolidando, culminando en un segundo gol que llegó tras un error garrafal en la defensa del Girona. La situación se tornó insostenible, y el equipo se vio atrapado en una espiral de desconfianza y caos.
La victoria del Mallorca, por tanto, no solo refleja su capacidad para sobreponerse a la adversidad, sino que también pone de manifiesto las deficiencias actuales del Girona, que deberá corregir urgentemente si desea revertir su situación en la clasificación y recuperar su esencia como equipo competitivo.