El Real Madrid se presentó en Vallecas con la intención de asaltar el liderato de La Liga, consciente de las dificultades que entrañaba el encuentro. Sin embargo, tras noventa minutos y seis goles, el empate final fue celebrado con euforia por la afición del Rayo Vallecano, mientras que el entrenador madridista, Carlo Ancelotti, observaba con preocupación. Este choque, que se asemejó a un auténtico campo de batalla, evidenció las carencias defensivas del Madrid y la determinación de un Rayo que nunca se da por vencido.
Un partido lleno de errores defensivos
Ancelotti alineó un once con Tchouameni en el eje de la defensa y sin la presencia de Vinicius ni Mbappé. A pesar de que Bellingham y Modric llevaban la batuta, el ataque formado por Arda, Brahim y Rodrygo no logró concretar sus oportunidades. La primera acción del encuentro dejó claro el tono del partido: Arda disparó a puerta, pero el Rayo respondía rápidamente. A los tres minutos, De Frutos asistió a Unai López, quien cabeceó a la red ante la inoperancia de la zaga madridista. Tchouameni, en un claro error de marcaje, dejó a su defensor sin supervisión, lo que permitió al Rayo abrir el marcador de forma sorprendente.
El Madrid, aunque tenía la posesión del balón, se mostraba descolocado y vulnerable. La defensa, que había sido un bastión en temporadas anteriores, daba señales de debilidad. Rudiger, uno de los pilares, parecía más inseguro que nunca. A medida que avanzaba el primer tiempo, los errores defensivos se acumulaban, y en una jugada de córner, Mumim marcó el segundo gol para el Rayo, nuevamente aprovechando un fallo en la marca. A pesar de la ineficacia defensiva, el Madrid conseguiría recortar distancias gracias a un gol de Bellingham, que continuaba su racha goleadora.
El segundo tiempo trajo consigo un cambio de actitud del Real Madrid, que salió más dispuesto a competir. Rodrygo, tras un tiro desviado que terminó en gol, parecía haber devuelto la vida al equipo. Sin embargo, la defensa continuaba siendo un punto débil, y el Rayo volvió a marcar gracias a Isi, quien aprovechó otro despiste de los centrales madridistas. A medida que el reloj avanzaba, el partido se tornó frenético, con ambos equipos buscando el gol en un intercambio constante de ataques.
El encuentro culminó con un empate que, aunque no dejaba satisfecho al Madrid, evidenciaba la fortaleza del Rayo Vallecano en su campo. La afición local celebró un punto que sabe a victoria, mientras que el Real Madrid, con la mente en el próximo compromiso en Doha, dejó entrever que las dudas en defensa siguen siendo un tema a resolver. Vallecas, una vez más, demostró por qué es un lugar temido para los grandes del fútbol español.