El FC Barcelona vivió una jornada aciaga en Montjuïc, donde se enfrentó al CD Leganés en un partido que se tornó un verdadero suplicio para los aficionados culés. La derrota, la primera del equipo en casa esta temporada, dejó una sensación de desasosiego que se palpaba en el ambiente desde el inicio del encuentro.
Un equipo desdibujado
El conjunto azulgrana, que había mostrado una versión vibrante en sus recientes encuentros, no se pareció en nada al equipo que deslumbró en Dortmund. En esta ocasión, el Barça se presentó con una actitud apagada y un lenguaje corporal que reflejaba la desesperación de sus jugadores. El técnico interino, Marcus Sorg, observó desde la banda cómo el equipo se desmoronaba ante las acometidas del Leganés.
El partido comenzó con un aviso temprano. Un descuido de Balde permitió a Munir tener una clara oportunidad, aunque su disparo se fue desviado. Sin embargo, el primer gol no tardó en llegar. Sergio González, central del Leganés, se aprovechó de la falta de marcaje en un córner para cabecear libre de marca, inaugurando el marcador y abriendo la caja de Pandora en Montjuïc.
Los nervios se apoderaron de los jugadores del Barça y de un árbitro inexperto que no supo gestionar la presión del ambiente. Mientras tanto, los gritos de los aficionados resonaban en las gradas: «Barça sí, Laporta no», reflejando el descontento hacia la directiva del club. A pesar de los intentos de animación, la atmósfera era tensa y fría.
El Leganés, dirigido por Borja Jiménez, adoptó una estrategia defensiva que se cerró aún más tras la lesión de Tapia. A pesar de que el Barça intentó reaccionar, las oportunidades se fueron escurriendo entre los dedos. La falta de contundencia en el área rival fue evidente, con Lewandowski y Raphinha desaprovechando ocasiones claras, mientras el portero serbio Dmitrovic se erigía como el gran protagonista, sacando dos mano a mano al polaco y evitando el gol en varias ocasiones.
A medida que transcurrían los minutos, el Barça se mostró incapaz de encontrar el rumbo. Las lesiones y la falta de claridad en el juego se unieron a una presión constante del Leganés, que se aferró a su ventaja y dejó al equipo catalán sin respuesta. La oportunidad de recortar distancias en la tabla, tras el empate del Real Madrid, se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos.
En el minuto 51, el Leganés logró desplegar sus alas y con ello se reafirmó en su victoria. La frase «nunca más» resonará en la mente de los aficionados culés, quienes esperan que esta derrota sirva como un punto de inflexión en la temporada. La tarea del Barça es recuperar la confianza y la competitividad que le ha caracterizado en años anteriores.