El partido Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se enfrenta a un momento crucial en su historia, tras siete meses de tensiones internas que han llevado a una crisis sin precedentes en la organización. Este sábado, más de 8.000 militantes del partido se disponen a elegir al nuevo líder que deberá liderar la reconstrucción de una formación marcada por la división. Los votantes se decantarán entre la candidatura de Oriol Junqueras, presidente del partido durante los últimos 13 años, y la de Xavier Godàs, quien aboga por un cambio de liderazgo como solución a los problemas actuales.
Junqueras parte con una ventaja significativa en esta segunda vuelta electoral, especialmente tras el aumento en la participación de la militancia, que ya superaba el 58% a mediodía. En la primera vuelta, el expresidente obtuvo un 48,3% de los votos frente al 35,3% de Godàs, pero ninguno logró alcanzar el 50% necesario para la victoria. Godàs ha intentado recuperar a los votantes de una tercera candidatura eliminada en la primera ronda, confiando en que su estrategia le permita acortar distancias.
Estrategias y desafíos del nuevo líder
El nuevo presidente de ERC, que será anunciado a las 20 horas de este sábado, no solo heredará un partido fracturado, sino que también deberá enfrentar dos problemas críticos. En primer lugar, la formación ha experimentado un claro declive electoral en las últimas elecciones municipales, generales, catalanas y europeas. La necesidad de revertir esta situación es apremiante, y ambos candidatos presentan estrategias divergentes. Godàs busca reposicionar a ERC como un partido de «izquierda nacional», centrado en un enfoque progresista y soberanista. En contraste, Junqueras propone una ERC más amplia y socialdemócrata, que aspire a captar apoyo en todos los sectores de la sociedad. Ambos enfoques han generado tensiones, ya que cada candidato critica al otro por haber llevado al partido a una situación de debilidad.
El segundo gran desafío para el futuro líder será abordar la crisis reputacional provocada por la controversia de los carteles difamatorios que ridiculizaban el alzhéimer del expresidente Pasqual Maragall, un escándalo que sigue sin esclarecerse. A pesar de que han pasado seis meses desde que estalló la polémica, la investigación interna no ha logrado identificar a los responsables, lo que continúa afectando la imagen del partido y alimentando las divisiones entre las facciones de Junqueras y Godàs.
La elección del nuevo líder también tiene repercusiones más amplias en el ámbito político, especialmente en las relaciones de ERC con el PSOE y el PSC. Tanto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como el de la Generalitat, Salvador Illa, dependen del apoyo de los republicanos para aprobar sus presupuestos, y están a la espera de saber quién será su interlocutor. Sin embargo, ambos candidatos han endurecido su discurso hacia los socialistas en un intento de captar votos entre la militancia, lo que complica la posibilidad de alcanzar acuerdos en el futuro.
A pesar de las tensiones, es poco probable que ERC se arriesgue a una crisis mayor que podría llevar a elecciones anticipadas, dado el estado frágil en el que se encuentra. La necesidad de reconstrucción y cohesión interna es evidente, y ambos candidatos deberán tener en cuenta esta realidad al momento de asumir el liderazgo del partido. Sin una sólida base, ERC podría enfrentar dificultades aún mayores en el futuro.
