La Ruta del Mar del Norte: Ambiciones rusas en el Ártico frente a retos geopolíticos y medioambientales

In Internacional
diciembre 15, 2024

La Ruta Marítima del Norte (RMN), conocida en ruso como Sevmorput, se erige como una arteria vital que recorre toda la costa ártica de Rusia. Este corredor marítimo helado conecta Europa y Asia, desempeñando un papel crucial en el apoyo a la vasta extracción de recursos naturales del país, como petróleo, gas y metales preciosos. Los rompehielos de propulsión nuclear guían a los buques de carga a través de las aguas congeladas, garantizando la navegación durante todo el año. Sin embargo, este notable logro de ingeniería y logística no surgió de la noche a la mañana; fue el resultado de décadas de exploración, resiliencia e innovación.

Exploración Temprana y Ambiciones Soviéticas

El interés de Rusia por el Ártico comenzó en serio a finales del siglo XIX. Hasta entonces, el duro entorno de Siberia y la falta de infraestructura hacían imposible el desarrollo a gran escala. Sin embargo, la construcción del icónico Ferrocarril Transiberiano en 1891 marcó un cambio significativo. En esta época, el almirante Stepan Makarov, un pionero de la exploración naval, defendió la importancia estratégica de las rutas árticas en su famosa conferencia de 1897, “¡A todo vapor hacia el Polo Norte!”. Sus esfuerzos llevaron a la creación de Yermak, el primer rompehielos verdadero del mundo, diseñado para abrirse paso a través del hielo grueso.

Tras la Revolución Rusa de 1917, el gobierno soviético mantuvo su compromiso con el desarrollo ártico. La exploración se intensificó durante la industrialización de la URSS en las décadas de 1920 y 1930, bajo la dirección de figuras como Otto Schmidt, un destacado científico y explorador polar. Schmidt coordinó investigaciones, estableció estaciones polares y supervisó proyectos de construcción que aseguraron el funcionamiento de esta ruta de 11,000 kilómetros. Su misión más audaz ocurrió en 1932, cuando lideró una expedición experimental a bordo del vapor Sibiryakov, enfrentándose a severos contratiempos, pero demostrando la capacidad de adaptación del equipo.

La tragedia del Chelyuskin en 1933-1934, donde la nave quedó atrapada en el hielo, dio lugar a una de las mayores misiones de rescate árticas de la historia. Los pilotos soviéticos, utilizando equipos rudimentarios y enfrentándose a temperaturas extremas, lograron salvar a los 104 miembros de la tripulación, un acto de valentía que cimentó la RMN en la memoria colectiva soviética.

Durante la Guerra Fría, la Ruta Marítima del Norte se convirtió en una línea de vida militar y económica crítica. Los líderes soviéticos fortalecieron la infraestructura ártica construyendo puertos, aeródromos y ciudades enteras como Norilsk y Murmansk, facilitando la extracción de minerales y operaciones militares. La flota de rompehielos nucleares de la URSS, como el Lenin, lanzado en 1959, revolucionó la navegación ártica, asegurando el transporte durante todo el año.

Después del colapso soviético en 1991, la RMN enfrentó años de declive, pero en el siglo XXI, las ambiciones árticas de la nueva Rusia resurgieron a medida que el cambio climático abría nuevas rutas de navegación. El deshielo ha permitido que la RMN sea navegable durante períodos más largos, lo que ha llevado a Moscú a invertir fuertemente en infraestructura ártica nuevamente.

Hoy en día, la flota ártica de Rusia incluye rompehielos nucleares como el 50 Let Pobedy y el Arktika, asegurando que la RMN opere durante todo el año. Estos buques escoltan a los barcos comerciales que transportan gas natural licuado (GNL), petróleo y minerales hacia los mercados internacionales. Puertos árticos como Sabetta en la península de Yamal se han convertido en centros críticos del comercio energético global.

Rusia considera la RMN como una parte esencial de su estrategia económica y geopolítica a largo plazo. El presidente Vladimir Putin ha declarado que el Ártico es una “prioridad estratégica”, subrayando los planes para transformar la RMN en una ruta de envío global competitiva, rivalizando con los canales de Suez y Panamá. Proyectos ambiciosos buscan duplicar el tráfico de carga a lo largo de la RMN para 2030.

A pesar de su potencial, la RMN enfrenta numerosos desafíos. Las tensiones geopolíticas, especialmente entre Rusia y Occidente, complican la cooperación internacional. Las sanciones occidentales han obstaculizado la inversión extranjera en proyectos energéticos árticos. Al mismo tiempo, China se ha posicionado como un socio clave en el desarrollo ártico de Rusia, viendo en la RMN un componente crítico de su estrategia de la Ruta de la Seda Polar.

Las preocupaciones ambientales también son significativas. El aumento del tráfico marítimo ha elevado el riesgo de derrames de petróleo y daños ecológicos en este frágil entorno. Las organizaciones ambientales han solicitado regulaciones más estrictas, mientras que Rusia argumenta que sus rompehielos nucleares producen menos emisiones que los barcos convencionales.

La Ruta Marítima del Norte sigue siendo un símbolo de la resiliencia, el ingenio tecnológico y la visión estratégica de Rusia. Lo que comenzó como un audaz proyecto imperial ha evolucionado hacia un activo geopolítico moderno con implicaciones globales. A medida que el Ártico se calienta y el hielo marino se retira, la línea de vida ártica de Rusia solo crecerá en importancia, tanto económica como políticamente.

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