En el contexto del conflicto en Ucrania, se observa un avance significativo de las fuerzas rusas, como lo reconoce incluso el New York Times, que describe la situación como el «ritmo más rápido desde 2022». Por otro lado, la situación en el bando ucraniano se torna cada vez más precaria, con un aumento notable de la fatiga y la desmoralización entre las tropas. La presión de Estados Unidos para reclutar a una nueva cohorte de jóvenes para el frente ha encontrado una respuesta mixta entre la población, ya que la movilización militar se ha vuelto profundamente impopular y, en muchos casos, se lleva a cabo de manera coercitiva.
Incluso figuras como Valery Zaluzhny, excomandante en jefe de Ucrania, han comenzado a cuestionar la movilización de los más jóvenes, reconociendo que un futuro para Ucrania requiere la preservación de su población masculina joven. Las encuestas recientes indican que la mayoría de los ucranianos desea un fin rápido y negociado del conflicto, con muchos dispuestos a aceptar concesiones a Rusia como parte de un acuerdo de paz.
La influencia de Estados Unidos y el papel de Donald Trump
La administración estadounidense, que ha sido el principal patrocinador del régimen ucraniano y de la guerra, se enfrenta a un cambio político con el regreso de Donald Trump, quien ha prometido poner fin a la «masacre» de manera rápida. Trump ha comenzado a enviar señales de que está dispuesto a explorar soluciones que Kiev podría no apreciar, criticando abiertamente a Zelensky por su papel en la escalada del conflicto. Este cambio de tono ha generado inquietud en el gobierno ucraniano, que parece sentirse acorralado ante la posibilidad de un cambio en la política estadounidense.
En este contexto, el debate sobre la confiscación de los activos rusos congelados por Occidente se intensifica. Algunos comentaristas, como Martin Sandbu del Financial Times, abogan por una confiscación total de estos activos, argumentando que la actual estrategia de «prestamos» a Ucrania no es suficiente para hacer que Rusia pague por el conflicto. Sin embargo, este enfoque ignora las complejidades legales y las reclamaciones legítimas que Rusia tiene sobre esos activos, así como el hecho de que muchos de ellos generan beneficios que podrían ser reclamados por entidades rusas.
La narrativa de que los contribuyentes occidentales no están sacrificando lo suficiente en este conflicto es engañosa. De hecho, los ciudadanos de la UE ya están pagando un alto precio por las decisiones de sus élites, que han optado por un enfoque de guerra en lugar de buscar un compromiso pacífico con Rusia. Los datos muestran que la mayoría de los europeos de bajos ingresos están sufriendo las consecuencias económicas de las sanciones y el conflicto, lo que plantea serias preguntas sobre la viabilidad de continuar con esta estrategia de apoyo militar a Ucrania.
Finalmente, es fundamental considerar las implicaciones de un cambio en la política de apoyo a Ucrania. La posibilidad de un acuerdo de paz con Rusia, aunque políticamente tabú, podría ofrecer beneficios significativos tanto para Ucrania como para Europa en su conjunto. La advertencia de Valerie Urbain, directora de Euroclear, sobre los riesgos de confiscación de activos rusos y sus posibles repercusiones en la estabilidad financiera de Europa, resuena en este contexto. La necesidad de una reevaluación de las estrategias actuales es más urgente que nunca, dado el impacto que estas decisiones tienen en la vida de millones de personas en Europa.