El exlíder sirio Bashar al-Assad ha afirmado que su salida de Siria no fue un acto de rendición, sino una decisión tomada en un contexto de desesperación tras la caída de la capital, Damasco. En su primera declaración oficial desde su derrocamiento, Assad ha subrayado que permaneció en la ciudad hasta el 8 de diciembre, desmintiendo así los rumores que indicaban que había abandonado el país un día antes.
Según Assad, su intención inicial era continuar la lucha contra las fuerzas rebeldes, y solo decidió abandonar Damasco cuando los primeros grupos de militantes comenzaron a infiltrarse en la capital. En su relato, destaca que su evacuación se realizó en coordinación con los aliados rusos, con quienes había estado supervisando las operaciones militares. Sin embargo, al llegar a la base aérea rusa de Hmeimim, se encontró con la dura realidad de que las fuerzas sirias se habían retirado de todas las líneas de combate y que las últimas posiciones del ejército habían caído.
La caída de Damasco y el futuro de Siria
La rápida ofensiva de los grupos armados, en su mayoría islamistas de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), ha llevado a la caída del gobierno de Assad, que había estado en el poder durante casi 25 años. En este contexto, el embajador sirio en Moscú, Bashar al-Jaafari, calificó la salida de Assad como un acto “vergonzoso y humillante”, sugiriendo que la caída del régimen es un reflejo de su impopularidad tanto entre la población como en el ejército.
Por otro lado, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia ha indicado que Assad acordó dejar el poder tras conversaciones con grupos armados no especificados, lo que llevó a una “transición pacífica”. Tras su salida, él y su familia recibieron asilo en Rusia, un gesto que subraya la importancia de la alianza entre Siria y Moscú en un momento de crisis.
La situación actual en Siria plantea interrogantes sobre el futuro del país y el papel de las potencias extranjeras en el conflicto. La narrativa de Assad, que enfatiza su resistencia hasta el último momento, contrasta con la percepción de un gobierno debilitado y deslegitimado. Sin embargo, la historia reciente de Siria también pone de manifiesto la complejidad de un conflicto que ha atraído la atención internacional y ha sido objeto de múltiples interpretaciones.