El ámbito científico en España se encuentra sacudido por un creciente escándalo que involucra a la presidenta del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco. Según diversas informaciones, Blasco ha estado implicada en una serie de irregularidades que han llevado a la exigencia de explicaciones por parte de la oposición, especialmente del Partido Popular (PP), que ha solicitado su comparecencia en el Congreso.
Las acusaciones contra María Blasco son alarmantes. Se le señala por utilizar fondos destinados a la investigación contra el cáncer para financiar obras de arte y viajes personales. Además, ha sido acusada de nepotismo, tras enchufar a su hermana en el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones y de favorecer a la Fundación Franz Weber, vinculada a su pareja, dentro de un programa financiado por el CNIO.
La ministra de Ciencia, Diana Morant, quien supervisa la institución, ha optado por un silencio que podría interpretarse como complicidad. A pesar de la presión política y la creciente indignación pública, Morant no ha emitido declaraciones para aclarar su postura sobre las acusaciones ni para tomar medidas disciplinarias. Este silencio ha suscitado críticas, ya que la deuda acumulada por el CNIO asciende a 4 millones de euros, y los patronos de la institución han solicitado un informe detallado sobre los gastos suntuosos de Blasco.
Implicaciones y reacciones
La situación se complica aún más con la revelación de que Blasco ha estado utilizando su posición para beneficiar a entidades afines a su círculo personal. La decisión de destinar fondos del CNIO a la Fundación Franz Weber, bajo el pretexto de reducir la experimentación con animales, ha sido vista como un claro conflicto de intereses. La ministra Morant, al no tomar decisiones contundentes, corre el riesgo de que la situación se agrave y de que las críticas se dirijan hacia su gestión.
La falta de transparencia y la creciente serie de irregularidades están generando un clima de desconfianza en el ámbito científico, donde la integridad y la ética son fundamentales para mantener la credibilidad de las investigaciones. La comunidad científica y la opinión pública esperan respuestas claras y rápidas por parte del Ministerio de Ciencia, que hasta ahora ha permanecido en un mutismo preocupante.
El desenlace de este escándalo podría tener repercusiones no solo para María Blasco, sino también para la ministra Diana Morant y su gestión al frente del Ministerio de Ciencia. En un contexto donde la confianza pública es esencial para el desarrollo de la ciencia y la innovación, la presión por rendir cuentas se intensifica. La atención ahora se centra en cómo se desarrollarán los acontecimientos en las próximas semanas.
