A pesar de que la brecha salarial de género se ha reducido con el tiempo, las mujeres siguen ganando menos que sus colegas masculinos. Actualmente, en el Reino Unido, la diferencia salarial para trabajadores a tiempo completo se sitúa en un 7%. Este fenómeno, que se ha vuelto objeto de estudio y análisis, revela que la discriminación simple no es el único factor en juego. Existen múltiples razones que contribuyen a esta desigualdad, como el hecho de que las mujeres son menos propensas a negociar salarios más altos y suelen tener expectativas salariales más bajas. Además, la búsqueda de promociones es menos frecuente entre ellas.
Un aspecto interesante que se ha investigado es el impacto del entorno geográfico en el salario de las mujeres. De manera general, los trabajadores, independientemente de su género, obtienen salarios más altos en las ciudades que en las áreas rurales, una discrepancia conocida como la «prima salarial urbana». Mi investigación se centra en si esta prima varía entre hombres y mujeres en Gran Bretaña, y si los beneficios relativos de trabajar en ciudades para las mujeres pueden ofrecer pistas sobre cómo reducir la brecha salarial de género de manera más efectiva.
La prima salarial urbana y su evolución
Los datos analizados, que abarcan a 200,000 personas, sus salarios, los trabajos que desempeñan y el lugar donde trabajan, muestran que, hasta la crisis financiera de 2008, la prima salarial urbana era considerablemente mayor para las mujeres que para los hombres. En otras palabras, las mujeres urbanas superaban en términos salariales a las rurales en una medida más significativa que los hombres. Este fenómeno estaba vinculado a la disponibilidad de servicios en las ciudades, como el cuidado infantil y un transporte público más extenso, que mejoraban la capacidad de las mujeres urbanas para acceder a trabajos mejor remunerados.
No obstante, el estudio revela un cambio drástico desde 2008, donde tanto hombres como mujeres, empleados de la misma edad y en trabajos similares, ganan solo un 1% más por hora en las ciudades en comparación con las zonas rurales. Este porcentaje ha disminuido de un 2.8% para las mujeres y un 1.2% para los hombres. La caída en la prima salarial urbana para las mujeres se debe, en gran medida, a que sus salarios ya no se ven impulsados de manera desproporcionada por el acceso a servicios compartidos en las ciudades. La falta de asequibilidad y la disminución de la calidad de la atención infantil y el transporte en entornos urbanos han sido factores determinantes en esta tendencia.
Con la reciente introducción de horas de cuidado infantil gratuitas por parte del gobierno, que permite a los niños de nueve meses acceder a 15 horas de atención financiada por el estado cada semana, se vislumbra una posible reversión de esta tendencia. Los datos indican que las interrupciones laborales por maternidad son un factor clave en el escaso progreso salarial de las madres en comparación con los padres. Además, las normas de género continúan recayendo sobre las mujeres la carga mental del cuidado infantil, lo que lleva a muchas trabajadoras a buscar puestos de trabajo más cercanos a sus hogares o a los lugares donde se encuentran sus hijos, en lugar de optar por las mejores oportunidades salariales disponibles. Esto crea un ciclo vicioso de bajos salarios y oportunidades limitadas.
Adicionalmente, mi investigación ha revelado otra desigualdad preocupante. Las mujeres que cambian de un trabajo urbano a uno rural enfrentan una penalización en su crecimiento salarial, ya que suelen terminar en roles de menor categoría y con empleadores que pagan menos. En contraste, los hombres que realizan este cambio experimentan un incremento en su salario, al tiempo que tienden a mudarse a empleadores con mejores salarios. Esto sugiere que, en comparación con los hombres, las mujeres están particularmente limitadas en las oportunidades laborales y los tipos de empleadores disponibles en áreas rurales.
Una de las razones que podría explicar esta situación es que los trabajos disponibles en las zonas rurales a menudo no coinciden con las ocupaciones que las mujeres desempeñaban previamente en las ciudades. Es decir, una mujer que se traslada de Londres, donde era gerente en el sector servicios, podría encontrarse en una zona rural donde solo hay trabajos disponibles en industrias dominadas por hombres, lo que le obligaría a aceptar un puesto no gerencial y, por ende, a perder oportunidades de crecimiento salarial.
La falta de disponibilidad de servicios de cuidado infantil en las áreas rurales, combinada con las normas de género sobre el cuidado, limita aún más el progreso hacia una verdadera reducción de la brecha salarial de género. Dado que las normas de género tienden a evolucionar más lentamente, incrementar el apoyo gubernamental en la provisión de servicios de cuidado infantil podría ser la forma más efectiva de cerrar esta brecha. Aumentar la disponibilidad de estos servicios en las zonas rurales marcaría una diferencia significativa para las mujeres que residen fuera de las ciudades del Reino Unido.