La reciente visita de una delegación estadounidense a Siria ha marcado un hito en las relaciones diplomáticas entre ambos países, tras años de tensiones y conflictos. La delegación, encabezada por Barbara Leaf, Subsecretaria de Estado Adjunta para Asuntos del Cercano Oriente, se reunió con Ahmed Hussein al-Sharaa, conocido como Abu Mohammad al-Julani, líder del grupo yihadista Hayat Tahrir al-Sham (HTS). Este encuentro se produce en un contexto de cambios significativos en el panorama político sirio, tras la renuncia del presidente Bashar Assad y su posterior asilo en Rusia.
Uno de los aspectos más destacados de esta reunión fue la decisión de Estados Unidos de retirar la recompensa de 10 millones de dólares que ofrecía por información que condujera a la captura de al-Julani. Leaf justificó esta medida al señalar que resultaba «incoherente» mantener una recompensa mientras se dialogaba con el líder de un grupo designado como organización terrorista por Washington. «Si estoy sentada con el líder de HTS y teniendo una discusión detallada, es un poco incoherente tener una recompensa sobre su cabeza», afirmó Leaf durante una conferencia telefónica desde Jordania.
Un cambio en la estrategia estadounidense
A pesar de la retirada de la recompensa, HTS sigue siendo considerado por Estados Unidos como una organización terrorista, y las sanciones correspondientes permanecen vigentes. Leaf subrayó que esta decisión forma parte de un cambio de política más amplio, orientado a legitimar el compromiso con el grupo. Durante la reunión, se abordaron temas cruciales como la necesidad de prevenir que grupos terroristas operen dentro de Siria y garantizar la protección de los derechos de las minorías y de las mujeres.
La delegación estadounidense también incluyó a Roger Carstens, Enviado Especial del Presidente para Asuntos de Rehenes, y Daniel Rubinstein, asesor senior encargado de las relaciones con las nuevas fuerzas sirias. En sus conversaciones, se discutió el paradero del periodista estadounidense Austin Tice, desaparecido en Siria en 2012. Esta atención a los ciudadanos estadounidenses desaparecidos refleja una preocupación constante de Washington en medio de la inestabilidad en la región.
En un contexto más amplio, el despliegue militar estadounidense en Siria ha aumentado, con la reciente decisión de duplicar el número de tropas a aproximadamente 2,000, con el objetivo de prevenir que el grupo terrorista Estado Islámico (IS) se aproveche del caos generado por la caída de Assad. Además, el Pentágono llevó a cabo ataques aéreos en el noreste de Siria, que resultaron en la muerte de un líder del grupo terrorista.
Aunque la reapertura inmediata de la embajada estadounidense en Damasco no está en los planes, Leaf indicó que el reconocimiento diplomático futuro dependerá de las acciones de las nuevas autoridades sirias. Este enfoque pragmático sugiere un interés renovado por parte de Estados Unidos en involucrarse en la política siria, a pesar de los desafíos que esto conlleva.