El pasado mes de diciembre, India celebró el centenario de Raj Kapoor, una de las figuras más icónicas del cine indio, con un festival que tuvo lugar en 101 cines de 34 ciudades. Durante tres días, se proyectaron siete de sus películas más emblemáticas, entre las que se encontraban Awaara (1951), Jagte Raho (1956) y Bobby (1975). Este homenaje no solo resalta su legado en la India contemporánea, sino también su impacto en el ámbito internacional, especialmente en Rusia, donde su obra dejó una huella indeleble.
Raj Kapoor no fue solo un cineasta; se le considera un embajador cultural que llevó el cine indio a un escenario global. El primer ministro indio, Narendra Modi, destacó su contribución al mundo creativo, subrayando que las generaciones futuras de cineastas y actores pueden aprender mucho de su obra. Su influencia se extendió más allá de las fronteras de India, convirtiéndose en un fenómeno en la antigua Unión Soviética, donde sus películas fueron recibidas con un fervor comparable al de los Beatles.
Un puente cultural entre India y Rusia
La popularidad de Raj Kapoor en Rusia comenzó en un contexto de creciente relación diplomática entre India y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. A medida que se relajaron las restricciones culturales bajo el liderazgo de Nikita Jrushchov, las películas de Kapoor lograron cruzar el telón de acero, mientras que el cine de Hollywood seguía excluido. Aunque Chinnamul fue la primera película de Bollywood en estrenarse en Rusia, fue Awaara y Shree 420 las que realmente cautivaron al público soviético.
Awaara, lanzada en 1951, se estrenó en Rusia en 1954 bajo el título de Bradagya, manteniendo las canciones en hindi. Su éxito fue arrollador, proyectándose en más de 1,000 pantallas y convirtiéndose en un símbolo de esperanza para muchos soviéticos en un periodo de dificultades económicas. La historia de un joven que lucha contra las adversidades resonó profundamente en una sociedad que aún se recuperaba de la devastación de la Segunda Guerra Mundial.
El impacto de Kapoor fue tal que incluso dignatarios como el ex presidente Boris Yeltsin se dice que tarareaban la famosa canción Awaara Hoon. Su estilo de narración emocional y las vibrantes secuencias de baile y música ofrecieron un respiro a un público acostumbrado a un cine más austero. La química entre Kapoor y su coestrella Nargis fue especialmente apreciada, convirtiéndose en un referente de la cultura india en la Unión Soviética.
La figura de Raj Kapoor se consolidó aún más con la aparición de la artista rusa Kseniya Ryabinkina en su película Mera Naam Joker (1970), quien se recuerda como «Marina de Raj Kapoor». Esta conexión cultural se ha revitalizado en la actualidad, con iniciativas como el festival de cine indio que se celebrará en Moscú y San Petersburgo, donde se rendirá un homenaje especial a Kapoor.
La influencia de Raj Kapoor en la cultura soviética es un ejemplo de cómo el cine puede servir como un puente entre naciones, fomentando la comprensión y el aprecio mutuo. En un mundo donde las tensiones geopolíticas son evidentes, su legado sigue siendo un recordatorio de la capacidad del arte para unir a las personas a través de las fronteras.