Míjeil Kavelashvili ha alcanzado la presidencia de Georgia en un contexto político complejo, un hecho que contrasta notablemente con su trayectoria como futbolista en el Manchester City, donde vivió un descenso que dejó huella en la historia del club. En 1996, el equipo se encontraba en una situación crítica en la Premier League, y Kavelashvili, quien llegó para aportar su talento, no pudo evitar que el club cayera a la Second Division. Este trasfondo deportivo se convierte en un símbolo de su ascenso político, donde la política georgiana se entrelaza con su pasado futbolístico.
De futbolista a presidente
Kavelashvili, quien nunca había mostrado interés por la política, vio una oportunidad en el ámbito político tras su carrera deportiva. Su elección como presidente se produjo en un contexto de boicot por parte de la oposición, lo que ha suscitado críticas y protestas en las calles de Tiflis. A pesar de las manifestaciones, donde los ciudadanos expresaron su descontento, Kavelashvili logró obtener el apoyo de 224 de los 300 diputados que participaron en la votación, lo que refleja una mayoría significativa, aunque cuestionada por la falta de legitimidad del proceso.
El nuevo presidente proviene del partido Sueño Georgiano, que ha sido objeto de críticas por su acercamiento a Rusia y por las políticas autoritarias que han comenzado a implementarse en el país. La presidenta saliente, Salomé Zourabichvili, ha denunciado que el gobierno actual engaña a la población al afirmar que se mantiene en el camino hacia Europa, mientras que en realidad se establecen prácticas más cercanas a un régimen autoritario. Este contexto plantea serias interrogantes sobre el futuro político de Georgia y su relación con la Unión Europea.
Kavelashvili, junto a Kakha Kaladze, exjugador del Milan y actual alcalde de Tiflis, forman una dupla política que ha despertado tanto esperanzas como recelos entre la población. Kaladze ha expresado su apoyo a Kavelashvili, destacando la necesidad de un liderazgo patriótico en un momento crítico para el país. Sin embargo, las sombras de la corrupción y la falta de transparencia en el proceso electoral continúan siendo temas de preocupación para muchos georgianos.
La historia de Kavelashvili es un recordatorio de cómo el deporte y la política pueden entrelazarse de maneras inesperadas. Su ascenso a la presidencia, aunque sorprendente, refleja una tendencia en la que figuras del deporte se convierten en líderes políticos, un fenómeno que ha sido observado en otros países. Sin embargo, el camino que le espera a Kavelashvili no será fácil, ya que deberá enfrentar un panorama político dividido y una ciudadanía cada vez más crítica con respecto a la dirección que toma su país.
