Los recientes ataques aéreos en la provincia de Paktika, Afganistán, han desatado una ola de tensiones entre Kabul e Islamabad. Según informes, estos bombardeos, supuestamente llevados a cabo por el ejército paquistaní, han resultado en la muerte de al menos 46 personas, en su mayoría mujeres y niños, lo que ha llevado al gobierno talibán a prometer represalias.
Hamdullah Fitrat, portavoz del gobierno talibán, ha calificado los ataques como un “acto bárbaro” y una “agresión clara”, afirmando que Afganistán no dejará sin respuesta este “acto de cobardía”. La situación se agrava tras la reciente incursión del Tehrik-i-Taliban Pakistan (TTP), que la semana pasada mató a 17 soldados paquistaníes en la región de Waziristán del Sur.
Contexto del Conflicto
Los ataques aéreos se produjeron en un momento delicado, justo después de que Mohammad Sadiq, representante especial de Pakistán para Afganistán, visitara Kabul para mantener conversaciones con funcionarios afganos. Esta aparente contradicción entre el diálogo diplomático y las acciones militares ha sido objeto de críticas por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores de Afganistán, que ha presentado una protesta formal ante el embajador paquistaní.
Fuentes anónimas del ejército paquistaní han confirmado que los objetivos de los ataques eran campamentos del TTP en áreas montañosas de Paktika, un grupo que, aunque comparte el nombre, es distinto del régimen talibán que gobierna Afganistán. La confusión y la falta de claridad sobre los objetivos de estos ataques han generado un clima de incertidumbre en la región.
La situación en la frontera entre Afganistán y Pakistán sigue siendo volátil, con un ciclo de violencia que parece no tener fin. La comunidad internacional observa con preocupación cómo se desarrollan estos acontecimientos, ya que podrían tener repercusiones más amplias en la estabilidad de la región.