Argentina no termina en la (avenida) General Paz. Esta famosa canción de los años 60 aludía a la carretera que separa la ciudad de Buenos Aires de su periferia bonaerense, estableciendo una frontera de asfalto entre dos realidades distintas. La capital, por un lado, y el denominado «cordón urbano» de la provincia de Buenos Aires, por el otro. Aunque la letra de la canción llamaba a disolver las diferencias e integrar bajo un mismo nombre, Argentina, la realidad actual, marcada por sucesivas crisis económicas, ha profundizado las contradicciones territoriales, políticas y culturales entre los porteños y los bonaerenses.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) se concentra el poder ejecutivo, la banca y las finanzas. La ciudad alberga grandes hoteles, teatros, librerías y estadios, y cuenta con una población de aproximadamente tres millones de personas. El costo de vida es significativamente más alto; un café puede costar más que en París o Barcelona, mientras que en la periferia su precio puede ser hasta cuatro veces menor. Según el censo nacional de 2022, Argentina tiene 46.044.703 habitantes, de los cuales 17 millones residen en la provincia de Buenos Aires, siendo este el principal distrito económico y electoral del país. De este total, casi 11 millones habitan en los distintos municipios de la periferia, como La Matanza, que cuenta con más de un millón de habitantes.
Desigualdades y dinámicas laborales
El Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) incluye la CABA y los municipios circundantes. En estas áreas se han construido numerosas urbanizaciones, muchas de las cuales coexisten con asentamientos informales. El acceso a la capital es complicado y conflictivo, especialmente en horas pico. Más de tres millones de bonaerenses se desplazan diariamente hacia la ciudad a través de carreteras, ocho líneas de tren y 31 líneas de autobús. Aproximadamente el 50% de los empleos en la capital son ocupados por personas que provienen de la periferia, mientras que unos 500.000 porteños trabajan en el conurbano.
La CABA, que históricamente fue la ciudad más homogénea y con aspiraciones europeizantes, enfrenta actualmente un panorama preocupante: el 26% de sus habitantes vive en situación de pobreza. En contraste, en el conurbano, conocido como Gran Buenos Aires, la pobreza afecta al 52% de la población, con una indigencia del 19,8%. En esta periferia se encuentran 2.065 barrios populares, donde el 66% de las familias carecen de acceso formal a la energía eléctrica, el 92% no tiene agua potable, el 97% no cuenta con cloacas y el 99% no tiene acceso al gas natural. Estos barrios ocupan una superficie mayor que la de la capital, que se extiende por 203 kilómetros cuadrados, y algunos de sus asentamientos más vulnerables están situados junto a edificios de lujo.
La relación entre capital y periferia se caracteriza por ser universos paralelos y porosos. Desde 2007, la ciudad de Buenos Aires está gobernada por la derecha, que, a pesar de su diversidad cultural, tiende a ser conservadora en sus decisiones electorales. En la periferia, el peronismo sigue siendo la fuerza predominante, incluso en un contexto donde figuras como el anarcocapitalista Javier Milei han ganado notoriedad. Las diferencias políticas y económicas se manifiestan en varios aspectos. La CABA tiene su propia policía y sistema judicial, así como seis líneas de metro y una amplia oferta turística y gastronómica. Sin embargo, alrededor de 5.000 personas duermen a la intemperie, y las autoridades sostienen que son bonaerenses. El alcalde de la ciudad, Jorge Macri, ha intentado restringir el acceso de los bonaerenses a la red de 35 hospitales y clínicas gratuitas, argumentando que deben atenderse en sus propios hospitales públicos. Esta postura ha sido criticada por el gobernador provincial, Axel Kicillof, quien ha señalado que la mayoría de los impuestos de la ciudad provienen del trabajo de los bonaerenses que se desplazan a la capital.