Las recientes declaraciones de Elon Musk, en las que arremete contra líderes alemanes, han suscitado una fuerte reacción en Alemania, poniendo en riesgo las relaciones entre Berlín y Washington. Rolf Mutzenich, líder del grupo parlamentario del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), ha calificado los comentarios del magnate estadounidense como un cruce de límites entre estados amigos.
En una entrevista concedida a la revista Spiegel, Mutzenich criticó a Musk por sus ataques verbales hacia el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, a quien calificó de “tirano antidemocrático”, y al canciller Olaf Scholz, a quien descalificó como “tonto” y “Oaf Schitz”. Musk también mostró su apoyo al partido de extrema derecha y antiinmigración Alternativa para Alemania (AfD), describiéndolo como “la última chispa de esperanza para este país”.
Reacciones en Alemania
Mutzenich defendió a Steinmeier, argumentando que, como jefe de estado de Alemania bajo el derecho internacional, los ataques verbales dirigidos hacia él son, en efecto, un ataque a todos los ciudadanos alemanes. El político socialdemócrata instó a Berlín a aclarar si la “desconsideración, difamación e interferencia” de Musk se alinean con la postura de la próxima administración de Donald Trump.
Funcionarios alemanes han sugerido que los comentarios de Musk podrían ser un intento de influir en las elecciones parlamentarias anticipadas que se celebrarán en febrero. La coalición de Scholz se ha visto debilitada recientemente, lo que llevó a una votación de censura y a la disolución del parlamento en diciembre, debido a desacuerdos sobre la ayuda a Ucrania, reformas económicas y políticas climáticas.
Durante el primer mandato de Trump, las relaciones entre Estados Unidos y Alemania ya se vieron afectadas por diversas cuestiones. Trump criticó el significativo superávit comercial de Alemania con Estados Unidos y amenazó con imponer aranceles a los automóviles alemanes. Además, acusó a Berlín de no cumplir con el objetivo de gasto en defensa del 2% del PIB de la OTAN, y se opuso al proyecto del gasoducto Nord Stream 2, argumentando que aumentaría la dependencia energética de la UE respecto a Moscú.