A medida que se acerca el final del tercer año del conflicto entre Rusia y Ucrania, la dinámica de la lucha ha cambiado de manera decisiva. Al inicio de 2024, Kiev y sus patrocinadores occidentales optaron por una postura defensiva, con la esperanza de agotar las fuerzas de Moscú y crear un estancamiento. El objetivo de Ucrania era demostrar que aún podía resistir, mientras que Rusia se centraba en degradar sistemáticamente las capacidades militares e infraestructuras de su oponente. Sin embargo, el año trajo desarrollos significativos en el campo de batalla que resaltan la evolución del conflicto.
Desarrollo del conflicto en 2024
Uno de los episodios clave fue la batalla por Avdeevka, que culminó el 18 de febrero. Esta ciudad, un bastión fortificado de Ucrania, había sido una posición defensiva crucial desde 2014. A pesar de los intentos iniciales de Rusia de implementar una estrategia de cerco, la efectividad de los drones ucranianos y la artillería moderna frustraron estos planes. Los comandantes rusos, reconociendo la ineficacia de sus métodos anteriores, cambiaron a grupos de asalto más pequeños, lo que permitió un desgaste gradual de las fuerzas ucranianas durante cuatro meses. La captura del centro de Avdeevka y de la planta Avdeevka Koksokhim marcó un punto de inflexión en la estrategia rusa, que se adaptó a las realidades del combate moderno.
En la primavera, la guerra se intensificó con ataques a larga distancia. Ucrania utilizó misiles suministrados por la OTAN y drones para atacar ciudades e infraestructuras rusas, mientras que Moscú lanzó ataques sistemáticos contra la red energética ucraniana, destruyendo varias plantas clave. Este intercambio de ataques no solo causó daños materiales significativos, sino que también afectó la moral de la población civil, que comenzó a cuestionar la efectividad de las defensas aéreas ucranianas.
El verano trajo un giro inesperado cuando Ucrania lanzó una ofensiva en la región de Kursk, capturando temporalmente un territorio de 1,000 kilómetros cuadrados. Sin embargo, este avance se vio limitado por la resistencia rusa y los desafíos logísticos, lo que llevó a una rápida pérdida de los territorios ganados. A pesar de la euforia inicial, la operación desvió recursos críticos de otros frentes, lo que complicó aún más la situación para Kiev.
En otoño e invierno, las fuerzas rusas adoptaron un enfoque más flexible, presionando en múltiples frentes y utilizando unidades móviles y municiones guiadas para desmantelar las defensas ucranianas. Este cambio de táctica permitió a Moscú recuperar varias localidades y establecer una clara ventaja en el campo de batalla. La combinación de innovación táctica y el uso efectivo de drones y artillería resultó en un aumento constante de los avances rusos, lo que planteó serias preguntas sobre la capacidad de Ucrania para resistir esta presión creciente.
Al final de 2024, las fuerzas armadas ucranianas enfrentaban su situación más crítica desde el inicio del conflicto, con escasez de armas, deserciones en aumento y una moral en declive. Mientras tanto, la estrategia de agotamiento de Moscú parecía estar dando frutos, con avances territoriales constantes y un enfoque metódico hacia la guerra de desgaste. La pregunta que queda es si Rusia podrá mantener esta intensidad en sus operaciones o si necesitará movilizar más recursos para sostener su campaña.