Este lunes se conmemora el cuarto aniversario del asalto al Capitolio de Estados Unidos, un evento que marcó un hito en la historia política del país. La insurrección, impulsada por las afirmaciones infundadas de Donald Trump sobre un fraude electoral inexistente en su derrota de 2020 frente a Joe Biden, llevó a la nación a una crisis constitucional sin precedentes. Sin embargo, en noviembre, muchos minimizaron la gravedad de aquel momento y anticiparon el regreso a la Casa Blanca de un hombre de 78 años, quien se convierte en el presidente más anciano en asumir el cargo. Su segunda presidencia promete tener un impacto extraordinario, tanto a nivel global como, quizás, sobre todo, a nivel nacional.
Los electores otorgaron a Trump una victoria indiscutible, ganando tanto en el colegio electoral como en el voto popular, aunque no por una «barrida» como él sostiene, sino por un estrecho margen del 1.5%, uno de los más ajustados desde el siglo XIX. A pesar de que su autoproclamado «contundente mandato» es cuestionable, su determinación de llevar a cabo una presidencia transformadora no lo es.
Una presidencia con un enfoque expansivo del poder ejecutivo
Para lograr sus objetivos, Trump puede apoyarse en una visión expansiva del poder ejecutivo, lo que augura una presidencia que muchos temen que sea imperial. Además, cuenta con un Tribunal Supremo de supermayoría conservadora, gracias a los tres magistrados que él mismo nombró, quienes ya han ampliado la inmunidad del presidente a niveles sin precedentes. También tiene el control republicano de ambas cámaras del Congreso, aunque la escasa mayoría y las divisiones internas que se evidenciaron en las negociaciones para evitar el cierre del gobierno han dejado claro que no todo será sencillo, incluso cuando el partido se ha reconfigurado a imagen de su líder.
Desde antes de asumir el cargo, y con Biden a menudo casi ausente, Trump ha estado dominando la agenda política y mediática de Estados Unidos. Su equipo de transición ha llegado a enviar comunicados de prensa hablando de «promesas cumplidas». Los mensajes en redes sociales, las exageraciones y afirmaciones desconectadas de la realidad han regresado, junto con una estrategia de “inundar la zona”, donde una saturación de acciones y anuncios recorta el impacto de los anteriores, generando un efecto casi anestésico.
En gran parte de la sociedad y en los ámbitos político, empresarial y mediático se percibe una normalización de elementos que, en cualquier otra circunstancia, serían considerados extraordinarios. La nominación de candidatos al gabinete sin cualificaciones, el uso del ejército en territorio estadounidense y la continua negación de los resultados de 2020 son ejemplos de esta aceptación. Trump ha manifestado que «ahora, todo el mundo quiere ser mi amigo», lo que refleja un cambio en la dinámica de poder.
Sin embargo, el impacto de su administración podría ser profundo. Trump llega a esta segunda presidencia con un conocimiento mucho mayor del funcionamiento del gobierno y con una agenda más ambiciosa que en 2016, lo que le permitirá implementar sus políticas más rápidamente. Entre los ejes centrales de su agenda se encuentran la mayor operación de deportación de inmigrantes, nuevos aranceles, y la congelación de medidas para combatir el cambio climático.
Además, Trump podría intentar debilitar la independencia de departamentos y agencias federales, lo que ha generado preocupación entre expertos y observadores. La posibilidad de que intente «embargar» fondos ya aprobados por el Congreso para castigar decisiones políticas de estados o ciudades que se opongan a sus intereses es un tema que podría desencadenar intensas batallas legales.
La administración de Trump, que se anticipa será la más rica de la historia, con al menos siete milmillonarios en el gabinete, plantea serias preocupaciones sobre la corrupción y los conflictos de interés. La influencia de figuras como Elon Musk, quien ha sido un gran donante de su campaña, podría llevar a una politización sin precedentes de las decisiones gubernamentales, lo que podría tener repercusiones significativas en la vida cotidiana de los ciudadanos.
El impacto económico de las medidas propuestas por Trump, desde la deportación masiva hasta los aranceles y los recortes de impuestos, alimenta temores de que se produzcan sacudidas en la vida económica y social del país. En una reciente entrevista, Trump admitió que bajar los precios será “muy difícil”, lo que pone en duda su capacidad para cumplir con una de sus grandes promesas de campaña.
Los derechos reproductivos y civiles también están bajo amenaza, así como otros principios democráticos, como el derecho de protesta y la libertad de prensa. La posibilidad de que Trump persiga a quienes considera enemigos políticos, incluidos Biden y su familia, así como a fiscales y periodistas, añade una capa de incertidumbre a su mandato.