Los fiordos de la Patagonia son un ecosistema de gran biodiversidad, hogar de numerosas especies acuáticas, muchas de las cuales son endémicas y están en peligro de extinción. Además, representan un entorno propicio para la pesca, lo que contribuye a la seguridad alimentaria y a las economías locales, siendo Chile el segundo mayor productor de salmón de cultivo a nivel mundial, solo por detrás de Noruega. Sin embargo, el cambio climático está teniendo un impacto notable en este delicado ecosistema, especialmente a través del aumento de la frecuencia de sequías.
Un nuevo estudio, publicado en la revista Frontiers in Marine Science, ha examinado el impacto de las sequías en el fiordo Reloncaví, en la Patagonia chilena. La profesora asociada Lauren Ross y el investigador de doctorado Elías Pinilla, de la Universidad de Maine, utilizaron modelos para analizar los efectos de los caudales de los ríos, las mareas y el viento, comparando un año normal (2018) con un año de sequía extrema (2016). Durante este último, se registraron la muerte de 40,000 toneladas de salmón, lo que provocó pérdidas económicas de aproximadamente 800 millones de dólares.
Impacto de las sequías en la salinidad del fiordo
Los investigadores identificaron un cambio significativo en la salinidad del fiordo durante los períodos de sequía, asociado con la reducción de la entrada de agua dulce. El Flujo de Intercambio Total (que se refiere al transporte de agua y, por ende, de salinidad entre el océano y el estuario) fue un 14.3% menor al entrar al fiordo en 2016 en comparación con 2018, y un 16.7% menor al salir del estuario hacia el mar.
En 2018, el caudal de los ríos representó el 74% del Flujo de Intercambio Total, mientras que las mareas y el viento contribuyeron con un 17% y un 9%, respectivamente. Sin embargo, en el año de sequía de 2016, la influencia de las mareas y el viento en el Flujo de Intercambio Total aumentó al 21% y 16%, respectivamente. Esto resalta la creciente importancia de estos factores en la destratificación del agua cuando la disponibilidad de agua dulce a través del caudal de los ríos es baja.
Como resultado, esta interferencia del viento provocó que el agua del fiordo se destratificara, lo que llevó a una mayor mezcla del agua densa y de alta salinidad que normalmente se encuentra bajo una fina capa de agua dulce de menor salinidad en la superficie. Esta situación tiene implicaciones significativas para la dinámica del ecosistema. Los científicos utilizaron esta información para predecir los patrones de estratificación del fiordo relacionados con los brotes de algas nocivas registrados durante 40 años (1980–2021).
Se logró establecer un vínculo entre los niveles de salinidad y la presencia de algas como Pseudchatonella spp. y Alexandrium catenella. Durante los períodos de estratificación, las algas A. catenella florecieron en primavera; mientras que durante la sequía de verano y la destratificación, proliferaron las algas Pseudchatonella.
Los brotes de estas algas pueden ser perjudiciales para el ecosistema del fiordo, ya que su rápido crecimiento en la superficie puede bloquear la luz solar necesaria para los organismos que habitan en las capas más profundas, además de generar zonas de mínimo oxígeno cuando la descomposición de las algas muertas consume el oxígeno disuelto en el agua. Las condiciones hipóxicas resultantes pueden dificultar severamente la supervivencia de otros organismos.
Este estudio es relevante, dado que se prevé que la frecuencia de episodios de sequía se duplique para 2060 a medida que avanza el cambio climático y los eventos de El Niño se vuelven más extremos, lo que causará una reducción en las precipitaciones y, por ende, una disminución del 10% en la entrada anual de agua dulce al fiordo Reloncaví.
Así, la proliferación creciente de algas nocivas probablemente tendrá un impacto perjudicial en la biodiversidad de los fiordos de la Patagonia y en la industria acuícola en los años venideros.
Más información: Elias Pinilla et al, Exchange flow in a highly stratified fjord in drought conditions, Frontiers in Marine Science (2024). DOI: 10.3389/fmars.2024.1458758