Investigadores de la Universidad de Agder (UiA) y del Instituto de Investigación Marina han publicado un estudio en Evolutionary Applications, donde revelan que existe una variación geográfica significativa en los genes de los mejillones azules a lo largo de la costa norte de Europa, desde Kristiansand hasta Gotemburgo. Este hallazgo sugiere que diferentes grupos de mejillones no se mezclan fácilmente entre sí, a pesar de ser una especie que se dispersa con facilidad.
La profesora Ane Timenes Laugen, de UiA, quien ha liderado esta investigación genética, comenta: «Los mejillones azules son una especie icónica en la costa. Cualquiera que viva junto al mar probablemente haya recolectado mejillones en algún momento. Sin embargo, hemos observado una disminución en su número en las últimas décadas, y no estamos del todo seguros de por qué». Este estudio podría aportar información valiosa para entender las causas de esta reducción.
El ciclo de vida de los mejillones
Los mejillones azules, al igual que otros organismos marinos, no se reproducen de la misma manera que los humanos, que generan un solo descendiente a la vez. En su lugar, liberan miles o millones de huevos y espermatozoides al agua, donde se produce la fertilización. Las larvas resultantes son arrastradas por las corrientes oceánicas antes de convertirse en mejillones tras aproximadamente tres semanas.
Durante este periodo de desarrollo, las larvas enfrentan numerosos obstáculos. Muchas son arrastradas hacia el oeste por las corrientes a lo largo de la costa de Skagerrak y hacia el Mar del Norte. Sin embargo, en esta misma zona existe una corriente oceánica de gran circulación que puede llevar a las larvas hacia el mar abierto, disminuyendo sus posibilidades de encontrar un lugar adecuado para asentarse y crecer.
A pesar de estos desafíos, algunas corrientes oceánicas pueden beneficiar a las larvas de mejillón. Por ejemplo, la corriente de superficie del Báltico, que fluye desde el Mar Báltico, a lo largo de la costa oeste de Suecia y hacia el Skagerrak noruego, permite que las larvas viajen considerablemente en su corto tiempo de desarrollo. La profesora Laugen destaca que, a pesar de la gran variación genética observada en Skagerrak, este hecho es inesperado.
Uno de los principales retos que enfrentan los investigadores es la falta de datos sistemáticos sobre la presencia de mejillones. Aunque reciben informes del público y existe alguna investigación esporádica, se requiere una serie de datos a largo plazo para comprender realmente las causas de su declive. Aunque han encontrado algunos estudios sobre las poblaciones de mejillones a lo largo de la costa sueca entre Gotemburgo y Strömstad de las décadas de 1970, 1980 y 1990, no están seguros de si existen datos similares en Noruega.
El descubrimiento de diferencias genéticas significativas entre las poblaciones de mejillones en la costa suroeste de Suecia sugiere que podría existir un patrón similar en Noruega, aunque aún no han podido investigarlo. Este aislamiento genético implica que hay escaso intercambio de larvas entre las diferentes poblaciones. «Si algo le ocurre a estas poblaciones aisladas de mejillones, la recuperación natural de nuevos individuos se vuelve difícil. Es posible que hayamos perdido algunos hábitats de mejillones porque únicamente se reproducían localmente», añade Laugen.
A pesar de las preocupaciones, en verano de 2024 se han observado grandes cantidades de nuevos mejillones azules a lo largo de las costas de Skagerrak y Kattegat. Sin embargo, será en los próximos años cuando se pueda evaluar si estos mejillones alcanzan la edad reproductiva y podrán contribuir a las futuras generaciones.
Los investigadores también advierten sobre los riesgos de reubicar mejillones. Subrayan que, al igual que las diferentes especies tienen un valor intrínseco, también lo poseen las poblaciones genéticamente distintas. Además, no se sabe si los mejillones podrán adaptarse a un nuevo entorno tras ser trasladados. «Si todos los mejillones de Skagerrak desaparecen, debemos ser cautelosos al reubicar mejillones de Trøndelag. Al mover individuos con una composición genética específica a un nuevo entorno, es posible que no prosperen», advierte Laugen. Asimismo, señala que las conchas pueden ser portadoras de diversas enfermedades, y una reubicación descuidada podría propagar estas enfermedades a nuevas áreas.
Más información:
Malin Gustafsson et al, Unlocking the secret life of blue mussels: Exploring connectivity in the Skagerrak through biophysical modeling and population genomics, Evolutionary Applications (2024). DOI: 10.1111/eva.13704