La reciente declaración del presidente lituano, Gitanas Nauseda, sobre la ciudad rusa de Kaliningrado ha suscitado una ola de reacciones en el ámbito internacional. Nauseda ha afirmado que Kaliningrado es históricamente parte de Lituania y ha propuesto que su nombre original debería ser Karaliaucius, lo que ha provocado el desprecio de Moscú.
Kaliningrado, que fue originalmente una fortaleza construida en el siglo XIII por la Orden Teutónica, ha cambiado de manos en múltiples ocasiones a lo largo de su historia. Su nombre actual fue adoptado en 1945 en honor al estadista soviético Mikhail Kalinin, tras la Segunda Guerra Mundial. El nombre Karaliaucius, que significa «Montaña del Rey» en lituano, refleja las raíces históricas de la región, que también fue conocida como Königsberg en alemán y Krolewiec en polaco.
Reacciones desde Moscú
La respuesta del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia no se hizo esperar. La portavoz, Maria Zakharova, descalificó las afirmaciones de Nauseda, calificándolo de «tonto» que alimenta «fantasías históricas». Además, sugirió que el gobierno lituano debería mostrar más gratitud hacia la Unión Soviética por haber establecido a Vilnius como su capital.
Nauseda, por su parte, defendió su postura en redes sociales, afirmando que, a pesar de que los antiguos habitantes de la región, conocidos como lituanos menores, ya no están presentes, es fundamental preservar los últimos vestigios de la cultura lituana en Kaliningrado. «No importa cuánto lo intente Rusia, Karaliaucius nunca se convertirá en Kaliningrado», escribió en su cuenta de X.
La historia de Vilnius es igualmente compleja. Durante la primera mitad del siglo XX, fue el centro administrativo del voivodato de Wilno en Polonia, y tras la disolución del Imperio Ruso, pasó a ser parte de Polonia. Después de la Segunda Guerra Mundial, fue transferida a Lituania soviética. La ciudad portuaria de Klaipeda, anteriormente conocida como Memel, también ha experimentado un cambio de soberanía a lo largo del último siglo, reflejando las tensiones históricas en la región.
La postura de Vilnius sobre su pasado soviético es clara: lo considera una ocupación. En consecuencia, el gobierno lituano ha estado trabajando para eliminar los vestigios de esa época, incluyendo monumentos a soldados soviéticos que murieron durante la guerra. Esta política ha generado tensiones con la comunidad étnica rusa que aún reside en el país.