Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Oslo ha puesto de manifiesto el impacto emocional y social que generan los conciertos en los asistentes. Este experimento, calificado como el más grande de su tipo, se llevó a cabo en junio de 2024 y ha permitido analizar la interacción entre músicos y público de forma exhaustiva, arrojando datos reveladores sobre la experiencia colectiva de la música en vivo.
La conexión emocional en la música en vivo
El investigador Alexander Refsum Jensenius, al frente del Centro de Excelencia RITMO, ha liderado este ambicioso proyecto en colaboración con la orquesta de la Norwegian Broadcasting Corporation (NRK) y el programa de radio Abels tårn. A diferencia de la investigación musical tradicional, que frecuentemente se centra en la lectura de partituras, este estudio explora la música como una experiencia vivencial, analizando cómo afecta a nuestros cuerpos, pensamientos y emociones.
Durante el experimento, tanto los músicos como algunos miembros del público utilizaron dispositivos que medían la respiración, el pulso y el movimiento. Asimismo, el director de orquesta empleó un traje de seguimiento de movimiento y gafas especializadas que permitieron a los investigadores monitorizar su mirada. A través de cámaras infrarrojas se registraron los movimientos del público, generando así un conjunto de datos sin precedentes en el ámbito musical.
Uno de los hallazgos más interesantes es el «efecto de quietud». En momentos determinados del concierto, la música logró que el público se mantuviera en completo silencio y aún. Este fenómeno es especialmente notable en piezas que evocan emociones intensas, lo que sugiere que la música puede inducir un estado de calma colectiva entre los asistentes.
Además, el estudio ha subrayado la importancia de los vínculos sociales que se crean en estos eventos. Jensenius señala que, como seres sociales, los conciertos fomentan el sentido de comunidad, integrando a personas que, de otro modo, no se conocerían. Este aspecto social no solo se limita a la interacción física, sino que también se refleja en la sincronización de la respiración y movimientos del público y los músicos durante las actuaciones.
El análisis de los datos ha revelado que los oyentes de conciertos en vivo, incluso a través de la radio, experimentan un nivel de compromiso emocional más elevado que al escuchar grabaciones. Este hallazgo podría tener implicaciones significativas en la forma en que valoramos y consumimos música en diferentes formatos.
Entre las piezas que más resonaron emocionalmente se encuentran variaciones como el «Nimrod» de Elgar, que provocó una respuesta emocional notable entre los asistentes. Jensenius ha destacado que quienes poseen un alto nivel de empatía tienden a ser más susceptibles a las emociones que la música puede generar, independientemente de su edad o género.
Otro aspecto relevante del estudio fue la comparación entre actuaciones con y sin director. Cuando el director se unió a la orquesta como músico, el nivel de interacción y conexión entre los músicos aumentó, generando una experiencia más intensa tanto para el público como para los intérpretes. Este hallazgo sugiere que la música puede ser más vibrante y cautivadora sin la dirección tradicional, lo que abre un campo de estudio interesante sobre las dinámicas grupales en la interpretación musical.
La investigación continúa siendo analizada, pero los primeros resultados apuntan a la profunda conexión que la música establece entre las personas. Jensenius concluye que este fenómeno universal, presente en todas las culturas, merece una mayor comprensión para poder aprovechar su poder en diversos ámbitos, desde la terapia musical hasta la educación y más allá.