En los países altamente desarrollados, las tasas de natalidad han experimentado un descenso significativo en las últimas décadas. Este fenómeno, que comenzó en el siglo XX, ha estado asociado a los avances en el desarrollo económico y humano, lo que ha llevado a la creencia generalizada de que el progreso y la fertilidad están inversamente relacionados.
En la actualidad, más de la mitad de la población mundial reside en regiones donde la tasa de fertilidad se encuentra por debajo del nivel de reemplazo. En los países más desarrollados, esta baja tasa ha sido considerada durante mucho tiempo como un fenómeno irreversible.
Un estudio reciente publicado en la revista Demography por Henrik Alexander Schubert del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica (MPIDR), junto a sus colegas Christian Dudel, Marina Kolobova y Mikko Myrskylä, analiza la relación entre el desarrollo humano y la fertilidad en Estados Unidos entre 1969 y 2020. Los datos revelan una conexión dinámica entre ambos factores, marcada por una forma en J, pero también presentan sorpresas inesperadas.
Reversión de la tendencia a la baja
Según Schubert, «la investigación descubre una conexión dinámica entre la fertilidad y el desarrollo humano. Inicialmente, a medida que avanza el desarrollo humano, la fertilidad tiende a disminuir. Esta tendencia se describe mediante la teoría de la transición demográfica. Sin embargo, en niveles más altos de desarrollo, esta tendencia se invierte y el progreso en el desarrollo puede incrementar la fertilidad».
Este fenómeno, aunque confirmador de que la fertilidad puede recuperarse en etapas avanzadas de desarrollo, se limita a un periodo anterior a 2010, cuando se observó una tendencia lineal a la baja en la fertilidad a través de todos los estados de EE. UU., independientemente de su nivel de desarrollo. Este cambio sugiere una posible ruptura estructural, coincidiendo con la recesión económica de 2007/08, que provocó una disminución de la fertilidad durante diez años.
El estudio revisa la tesis de la forma en J propuesta por Myrskylä en 2009, que indicaba que en países con un alto Índice de Desarrollo Humano (IDH), el desarrollo adicional revertía el descenso de la fertilidad. Schubert señala que «nuestro hallazgo reafirman la hipótesis de la forma en J, pero también apunta a la desconexión reciente entre la fertilidad y el desarrollo humano».
El estudio concluye que las políticas progresistas que fomentan el desarrollo humano, la estabilidad económica y la igualdad de género pueden aumentar efectivamente la fertilidad. Un entorno económico y social estable, junto con perspectivas positivas para el futuro, anima a las parejas a seguir sus intenciones de aumentar la familia.
Este enfoque es particularmente relevante en el contexto de países como Hungría y Corea del Sur, que han adoptado recientemente políticas pronatalistas para promover estructuras familiares tradicionales. Sin embargo, estas políticas aún no han demostrado un impacto medible en las tasas de fertilidad. En cambio, las políticas que promueven el desarrollo humano, las oportunidades económicas y la igualdad de género en los hogares tienen el potencial de aumentar la fertilidad a largo plazo.