El dióxido de carbono se está acumulando en la atmósfera a un ritmo más rápido que nunca, lo que pone en peligro las esperanzas de limitar el calentamiento global. Desde 1958, los científicos del Observatorio Mauna Loa en Hawái han estado monitoreando la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, medida en partes por millón. El año pasado se registró el mayor aumento de un año en la historia, con un incremento de 3,58 partes por millón.
Esta cifra supera incluso las predicciones más pesimistas del Met Office del Reino Unido, que ha señalado que las emisiones históricamente altas derivadas de la quema de combustibles fósiles no pueden explicar completamente el aumento del dióxido de carbono. Los científicos británicos destacan que el aumento de las temperaturas y la sequía ha llevado a que árboles y hierbas absorban menos dióxido de carbono que en el pasado, mientras que los suelos secos también están liberando más carbono a la atmósfera. Las condiciones fueron particularmente adversas el año pasado debido a un fenómeno de El Niño muy cálido, que provocó un clima más cálido y seco en gran parte de los trópicos.
Un cambio en las condiciones atmosféricas
El fenómeno de El Niño finalizó el pasado verano, y el Pacífico ha cambiado a su fase más fría, conocida como La Niña, lo que debería permitir que la vegetación absorba más dióxido de carbono, según los científicos británicos, quienes pronostican un aumento menor en los niveles de dióxido de carbono en el próximo año. Recientemente, NASA, la NOAA y las autoridades meteorológicas europeas han determinado que 2024 fue el año más cálido registrado, con temperaturas que aproximadamente son 1,5 grados Celsius más altas que en la era preindustrial. Aunque el mundo aún no ha superado oficialmente el objetivo de 1,5 grados establecido en el Acuerdo de París, las nuevas cifras indican que esa meta es casi inalcanzable.
Joeri Rogelj, un científico del clima del Imperial College de Londres, ha señalado que los países acordaron el límite de 1,5 grados Celsius no por conveniencia, sino por la necesidad de limitar el daño y el sufrimiento de las personas. A pesar de que se esté en camino de superar este umbral, las razones para actuar no cambian y solo refuerzan la necesidad de una acción enfocada en la reducción de la contaminación por gases de efecto invernadero.
