En un contexto global marcado por incendios devastadores que están arrasando ciudades como Atenas, Maui y Los Ángeles, los científicos advierten que aún queda mucho por conocer sobre los efectos de estos fenómenos extremos en las personas, la naturaleza y el clima. Los incendios forestales en Canadá han alcanzado niveles récord en los últimos años, lo que pone de manifiesto la gravedad de la situación.
Un grupo internacional de científicos advirtió el año pasado, en un informe para la Agencia Espacial Europea y FutureEarth, que los cambios en el comportamiento del fuego, provocados por el cambio climático y otras influencias humanas, representan «un riesgo sin precedentes que todavía se comprende muy mal». Las actividades humanas se han convertido en una fuente inagotable de incendios forestales.
Condiciones de riesgo y sus implicaciones
Los científicos están analizando los efectos de estos incendios mediante vuelos aéreos a través del humo, el escaneo de imágenes satelitales y la toma de muestras de suelos y fuentes de agua. Sin embargo, en ocasiones, las llamas se acercan peligrosamente a ellos. Por ejemplo, en diciembre de 2021, Christine Wiedinmyer, profesora de la Universidad de Colorado especializada en contaminación del aire y emisiones de incendios, se vio obligada a evacuar su hogar cuando un par de pequeños incendios se convirtieron en un monstruo de llamas en menos de una hora, impulsado por vientos huracanados en una pradera seca por meses de sequía.
Este tipo de condiciones, a menudo denominadas «clima de fuego», se ven favorecidas por el calentamiento global. Sin embargo, no son el único factor; los rayos, las líneas eléctricas y el incendio intencionado también contribuyen a encender estos fuegos. Además, la expansión de viviendas y negocios en áreas propensas a incendios aumenta el riesgo de daños. En algunas regiones forestales, décadas de prevención excesiva de incendios han permitido la acumulación de vegetación inflamable, lo que ha llevado a un renovado interés por las técnicas de gestión del fuego utilizadas por comunidades indígenas.
Investigaciones recientes han vinculado el deshielo del hielo marino en el Ártico con un aumento de los incendios forestales en el oeste de Estados Unidos. Se prevé que, con un calentamiento de dos grados Celsius, los incendios forestales podrían consumir un 35% más de territorio, según el panel de expertos en cambio climático de la ONU.
La contaminación del aire provocada por el humo se desplaza a grandes distancias, lo que limita la capacidad de los seres humanos para adaptarse a estos fenómenos. Como señala Kirsten Thonicke, del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, «no se puede evacuar una ciudad como Sídney o San Francisco, solo se puede intentar proteger a las personas que allí viven». Esto subraya la necesidad de reducir las emisiones que calientan el planeta.
Los incendios extremos no solo afectan a la salud humana, sino que también alteran el medio ambiente y la atmósfera. Los incendios forestales en Canadá en 2023 liberaron más carbono en cinco meses que las emisiones de Rusia por combustibles fósiles en un año, según científicos de la NASA. Aunque gran parte del CO2 es reabsorbido a medida que los árboles vuelven a crecer, existe una creciente preocupación de que la frecuencia de estos incendios podría reducir la capacidad de los bosques para absorber carbono.
Un estudio reciente encontró que la reacción química del humo de grandes incendios en Australia amplió en un 10% el agujero de ozono de 2020. Otros investigadores han documentado cómo las cenizas de esos mismos incendios han caído en el océano, lo que ha inducido florecimientos de plancton que absorben temporalmente el exceso de CO2.
Después del incendio en Marshall, Wiedinmyer se ocupó de los residuos en las viviendas. «Hay muchas sustancias nocivas que se liberan al quemar una casa, un coche o dispositivos electrónicos», explica. Junto a sus colegas, tomó muestras del aire, suelos y hogares, midiendo los efectos de las labores de limpieza. Los hallazgos iniciales sugieren que los compuestos tóxicos del humo pueden infiltrarse en las paredes y liberarse días o incluso meses después. Sin embargo, se ha descubierto que limpiar las superficies con agua y jabón ayuda a reducir la contaminación, lo que resulta útil para quienes han estado expuestos a estos riesgos.