Las injusticias sociales y los daños ecológicos continúan persistiendo a pesar de los poderosos movimientos sociales que han surgido a lo largo de la historia. En su nuevo libro, Radical Mindfulness: Why Transforming the Fear of Death Is Politically Vital, el autor argumenta que estos movimientos han pasado por alto un objetivo fundamental: el miedo a la muerte que condiciona el comportamiento humano negativo.
El nacimiento y la muerte, los dos extremos de nuestra existencia, están en gran medida fuera de nuestro control. Este sentimiento de impotencia puede llevar a las personas a imponer su voluntad sobre los demás, buscando de esta manera una sensación de fortaleza.
La figura de Donald Trump
En las memorias de Mary Trump, Too Much and Never Enough, se sostiene que la sed de poder y reconocimiento de su tío Donald Trump está arraigada en debilidades y inseguridades patológicas. Estas inseguridades, aunque originadas en una relación difícil con su padre, también están moldeadas por temores existenciales comunes en una cultura que niega la muerte.
Trump, quien inicia su segundo mandato como un declarado germófobo obsesionado con la debilidad física, presenta un historial de burlas hacia personas con discapacidades. Sus propios miedos a la vulnerabilidad física parecen impulsar proyecciones de poder peligrosas, aunque la mayoría de nosotros no compartimos sus características extremas. Sin embargo, es probable que nuestros propios temores existenciales influyan en nuestro comportamiento egoísta.
El miedo a la muerte social, que se manifiesta como la sensación de no pertenecer o no ser lo suficientemente bueno, es un temor constante en nuestra vida diaria. Este miedo puede motivar el éxito, pero también puede llevar a comportamientos compensatorios y de aggrandización en la lucha por estatus y poder.
Trump, por ejemplo, humillaba a sus hermanos en su infancia buscando la aceptación paternal, un patrón que continúa con sus competidores actuales. Dado que la posibilidad de exclusión nunca desaparece, el miedo a la muerte social persiste incluso entre aquellos que logran reconocimiento y éxito.
El antropólogo Ernest Becker, en su obra The Denial of Death, argumenta que la cultura humana nos ofrece oportunidades para alcanzar el heroísmo terrenal, lo que nos proporciona una forma de inmortalidad simbólica. Sin embargo, este sistema de valores solo permite que una pequeña minoría acceda a esa «sagrada copa» de inmortalidad simbólica, dejando a la mayoría atrapada en la vulnerabilidad social.
Becker elogia sistemas de gobernanza indígena que, a diferencia del capitalismo que glorifica la acumulación de riqueza, fomentan el reconocimiento a quienes comparten su riqueza. Esta búsqueda de riqueza y el estatus simbólico que conlleva están impulsando la destrucción ecológica y un creciente nivel de desigualdad, lo que a su vez alimenta un ciclo de desesperación y muerte.
Los psicólogos sociales han llevado a cabo numerosos estudios que apoyan la teoría de Becker, revelando que la meditación budista puede interrumpir la respuesta de gestión del terror. Esta práctica permite enfrentar la realidad de la muerte, evitando mecanismos de afrontamiento dañinos. De este modo, muchas culturas indígenas han mantenido niveles de equidad y salud ecológica más altos, al integrar rituales y ceremonias que ayudan a sus miembros a confrontar la realidad de la muerte.
Transformar el miedo a la muerte es, por tanto, una cuestión política vital. A través de historias, rituales y técnicas de meditación, es posible enfrentar nuestros miedos existenciales, lo que nos permitirá construir sociedades que valoren y honren las diversas contribuciones de todos sus miembros, reduciendo así las proyecciones de poder que ocultan inseguridades profundas.