La reciente película Babygirl, dirigida por la cineasta neerlandesa Halina Reijn, ha capturado la atención del público y la crítica por su enfoque audaz y contemporáneo del erotismo y las relaciones BDSM. En un contexto en el que el contenido sexual en el cine parece estar en declive, con un análisis reciente que indica una reducción del 40% en las escenas de sexo en Hollywood desde el año 2000, la obra de Reijn se presenta como un renovado aliento de frescura en el panorama cinematográfico.
La historia sigue a Romy Mathis, interpretada por Nicole Kidman, una ejecutiva de una empresa de robótica que inicia una relación con un joven pasante llamado Samuel, encarnado por Harris Dickinson. La trama se desarrolla a través de una narrativa que, aunque retoma elementos clásicos del cine erótico de los años 80, como la infidelidad y las dinámicas de poder, lo hace desde una perspectiva femenina. Esto permite explorar las complejidades del deseo y la intimidad de una manera que desafía las representaciones tradicionales del erotismo en el cine.
A pesar de que algunos críticos han señalado que Babygirl no es particularmente «sexy» en un sentido convencional, su éxito radica en la forma en que aborda la conexión emocional y la vulnerabilidad dentro de una relación BDSM. La película opta por montajes y simbolismos para transmitir la intimidad y la exploración sexual, en lugar de centrarse en el sexo explícito. Este enfoque invita a los espectadores a reflexionar sobre la naturaleza del deseo y la comunicación en las relaciones, elementos que son a menudo pasados por alto en el cine mainstream.
El creciente interés en la representación del BDSM en el cine ha generado un debate sobre cómo se abordan estos temas. Mientras que películas como Fifty Shades of Grey han sido criticadas por su representación superficial y dañina de las relaciones BDSM, Babygirl busca ofrecer una mirada más matizada. Sin embargo, algunos expertos advierten que, aunque la película presenta a personajes que exploran sus deseos, también muestra los peligros y las complicaciones de ingresar en el mundo del BDSM sin una comprensión adecuada de sus dinámicas.
El auge de los coordinadores de intimidad en la producción cinematográfica ha contribuido a un cambio en la forma en que se representan las escenas de sexo. Esta nueva práctica busca garantizar la comodidad y la seguridad de los actores, permitiendo una representación más auténtica y consensuada de las relaciones íntimas en pantalla. En este contexto, Babygirl destaca no solo por su contenido, sino también por su intención de desafiar las narrativas tradicionales de la sexualidad y el deseo desde una perspectiva femenina.
El interés por temas como la diversidad sexual y la exploración de la identidad de género es cada vez más evidente en el cine contemporáneo. La película de Reijn se suma a una tendencia en la que las audiencias más jóvenes buscan narrativas que reflejen sus experiencias auténticas, alejándose de las convenciones románticas y sexuales que a menudo dominan el cine. La búsqueda de una representación más precisa de la sexualidad, que incluya la comunicación y el consentimiento, es un paso importante hacia una mayor inclusión y comprensión en el ámbito cinematográfico.