Bielorrusia: Un viaje al corazón del último bastión soviético en Europa

In Internacional
enero 25, 2025

El KGB no ha desaparecido. Al menos no en Bielorrusia, donde el legado de la agencia de inteligencia soviética sigue presente. Tras la caída del telón de acero, la mayoría de los países europeos que vivieron bajo un régimen socialista, como Checoslovaquia, Rumanía, Polonia o Hungría, optaron por un cambio hacia el capitalismo. Sin embargo, Bielorrusia eligió un camino diferente en 1994, decidiendo regresar a sus raíces socialistas, aunque de manera parcial. Este país se ha convertido en uno de los pocos que aún conserva características similares a las de la antigua Unión Soviética.

Con fuertes garantías sociales, intervención estatal en la economía y una notable presencia de empresas públicas, Bielorrusia se asemeja a un modelo soviético. Este domingo, el país celebra elecciones presidenciales, donde se espera la victoria del actual presidente, Aleksander Lukashenko.

Economía y vida cotidiana en Bielorrusia

En los supermercados bielorrusos, es posible realizar la compra diaria exclusivamente con productos estatales. Desde el chocolate President hasta la carne y verduras de granjas públicas, la oferta es amplia. Aunque hay espacio para la propiedad privada y multinacionales extranjeras, su presencia es notablemente inferior a la de otros países europeos. La industria automovilística también juega un papel importante, con fábricas que producen coches y tractores, estos últimos tan emblemáticos que se han convertido en souvenirs.

La mayor parte de las tierras cultivables en Bielorrusia, aproximadamente el 95%, son de propiedad estatal. Existen granjas y plantaciones que operan bajo este modelo, como el Agro-Kombinat Derzhinsky, ubicado en las afueras de Minsk. Esta granja se dedica principalmente a la producción de leche y carne de pollo, que se comercializan tanto en el mercado nacional como en Rusia y China. Los trabajadores de estas granjas disfrutan de diversas facilidades, incluyendo alojamiento y acceso a servicios de salud y educación. Sin embargo, los detalles sobre sus salarios son vagos, lo que plantea interrogantes sobre las condiciones laborales reales.

El responsable de la granja, Serguéi Mitkovets, menciona que, al igual que en el capitalismo, las granjas más eficientes ofrecen mejores salarios. Aunque todavía existen planes quinquenales, el estado no impone cuotas estrictas como en la era soviética. El gobierno proporciona créditos favorables a las granjas estatales, a cambio de su compromiso de alimentar a la población bielorrusa.

Minsk: un reflejo del pasado soviético

La capital, Minsk, presenta un paisaje arquitectónico que evoca la era soviética. Reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial, la ciudad ha mantenido un estilo arquitectónico socialista que parece incluso más marcado que en Moscú. Estatuas de Lenin y otros símbolos de la época son comunes en sus calles. La Casa de los Sindicatos, que aún ostenta la hoz y el martillo, sigue en funcionamiento, y la propaganda glorifica a los trabajadores de diferentes sectores, recordando tiempos pasados.

A pesar de esta herencia, los bielorrusos no se identifican como un país soviético. «¿Soviético? No somos un país soviético, somos un Estado progresista», afirma Inna Kordas, una de las dirigentes del koljós. Esta declaración refleja una compleja realidad en la que el legado soviético coexiste con una identidad nacional que busca avanzar en el contexto actual.

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