China ante la encrucijada: ¿Oportunidad o crisis en su camino hacia el futuro?

In Internacional
enero 25, 2025

La situación actual de la República Popular China (RPC) presenta un panorama complejo, marcado por desafíos tanto internos como externos. A nivel doméstico, el país aún no ha logrado recuperarse completamente de las secuelas de la pandemia de Covid-19. Se estima que el crecimiento del PIB para 2024 será de solo un 4,8%, una cifra que, aunque considerable en comparación con otros países, resulta insuficiente frente a la media del 9% que China ha mantenido desde la implementación de las reformas económicas en 1978. Además, la economía china enfrenta problemas estructurales significativos, como la crisis en el sector inmobiliario, el alto desempleo juvenil y un creciente índice de dependencia debido al envejecimiento de la población.

En el ámbito internacional, la RPC se encuentra bajo una creciente presión por parte de lo que se ha denominado el «colectivo occidental», que ha comenzado a considerar a China como su principal adversario estratégico. Esta situación contrasta drásticamente con la época de optimismo que precedió a la actual tensión, cuando las empresas occidentales competían por establecer vínculos comerciales con el gigante asiático. La guerra comercial con Estados Unidos, que incluye la imposición de aranceles significativos, amenaza con reducir las exportaciones chinas, lo que a su vez podría afectar el crecimiento económico del país.

Reequilibrio interno y externo como clave para el futuro

Sin embargo, en cada crisis también hay oportunidades. La clave para el futuro de China radica en un reequilibrio tanto interno como externo. A nivel doméstico, es imperativo que el liderazgo chino se enfoque en transformar la economía de un modelo basado en la inversión a uno centrado en el consumo. Esto no solo mejoraría la calidad de vida de los ciudadanos, sino que también fortalecería la resiliencia económica del país frente a las adversidades externas. Para lograr este cambio, se podrían implementar políticas como recortes fiscales y transferencias directas a los consumidores.

En el ámbito internacional, China debe adoptar un enfoque más colaborativo y menos centrado en sí mismo. La iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, lanzada en 2013, ha sido un paso en esta dirección, al buscar establecer conexiones comerciales y de infraestructura con más de 150 países. Sin embargo, para maximizar su efectividad, China debe aprender a operar como un estabilizador y un integrador en un mundo en constante cambio, fomentando asociaciones transnacionales que beneficien a todas las partes involucradas.

Un aspecto crucial de esta estrategia es la creación de un nuevo paradigma de desarrollo que respete la soberanía de los países socios y promueva la igualdad en las relaciones. En lugar de actuar de manera unilateral, China debería buscar colaborar con otros actores, especialmente aquellos que forman parte de alianzas emergentes como los BRICS, para financiar proyectos de infraestructura de manera conjunta y transparente.

En resumen, la RPC se enfrenta a un momento decisivo. La capacidad de sus líderes para implementar un reequilibrio interno y externo será fundamental para navegar los desafíos actuales y futuros. A través de un enfoque pragmático y colaborativo, China puede no solo superar la crisis, sino también establecer las bases para un crecimiento sostenible y una mayor estabilidad en el ámbito internacional.

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