En los últimos años, la proliferación de teorías de conspiración en medio de desastres climáticos y sus secuelas se ha convertido en una tendencia alarmante. Durante la temporada de huracanes del Atlántico de 2024 en Estados Unidos, la desinformación relacionada con los huracanes Helene y Milton se extendió por las redes sociales, afirmando falsamente que habían sido «geoingeniería» y que se dirigían intencionadamente a regiones predominantemente republicanas. Estas falacias no solo generaron confusión y un discurso tóxico en línea, sino que también obstaculizaron las iniciativas de ayuda y recuperación.
A medida que los incendios forestales continúan en Los Ángeles, los estadounidenses están nuevamente siendo testigos de un torrente de rumores, medias verdades y teorías de conspiración. La situación en Canadá es igualmente preocupante, con teorías que acusan a «terroristas verdes» de provocar las intensas temporadas de incendios forestales. Durante el incendio de Jasper en 2024, algunos usuarios en X (anteriormente Twitter) afirmaron que el desastre era parte de un complot del Primer Ministro Justin Trudeau para controlar a los albertanos.
Desafíos de la negación del cambio climático
Las teorías de conspiración no solo son generalizadas, sino que se han convertido en una forma principal de negación del cambio climático. Este fenómeno plantea un desafío creciente para los académicos y profesionales en la comunicación sobre el cambio climático. Desde un enfoque psicológico, teorías como la cognición protectora de la identidad y la justificación del sistema sugieren que las personas tienden a aceptar información que concuerda con sus creencias y normas culturales preexistentes, mientras que desestiman evidencia contradictoria.
Desde una perspectiva política, la mitigación del cambio climático ha sido vilipendiada por el populismo de derecha como una agenda política impuesta por «élites» (es decir, defensores y expertos en clima) para socavar los deseos del «pueblo». Este tipo de narrativa convierte el cambio climático en una cuestión divisiva que se alinea con las fracturas ideológicas más amplias. Las teorías de conspiración pueden dificultar la diferenciación entre fuentes de información creíbles y no confiables, erosionando la confianza pública en los científicos y la evidencia científica.
En Canadá, la desconfianza hacia el cambio climático también está influenciada por intereses económicos específicos de la industria de combustibles fósiles. Investigaciones recientes revelan que, al igual que en Estados Unidos, las inclinaciones políticas impactan significativamente las creencias sobre el cambio climático y la confianza en las fuentes de información entre los canadienses. Sin embargo, factores específicos de Canadá, como el regionalismo en Alberta, han contribuido a crear un bastión de escepticismo que suprime discusiones sobre la utilidad de políticas de clima y sostenibilidad.
La prevalencia de teorías de conspiración plantea serios desafíos para la comunicación sobre el cambio climático. Desarrollar formas efectivas de comunicar la ciencia climática de manera simple y comprensible es clave para abordar la negación del cambio climático. Sin embargo, este enfoque puede no ser suficiente debido a factores como el acoso en línea, el «trolling» y las amenazas a los científicos del clima, que socavan su disposición a participar en discusiones públicas. Además, plataformas como X y Meta han debilitado sus mecanismos de verificación de hechos, convirtiéndolas en incubadoras de desinformación y extremismo.
En este contexto, las intervenciones políticas son esenciales. Los gobiernos deben adoptar una postura más proactiva en el combate a la negación del cambio climático, implementando estrategias que alivien las divisiones políticas y reconstruyan la confianza pública en expertos e instituciones. A medida que se intensifican los desafíos, es crucial que los expertos en comunicación y cambio climático desarrollen iniciativas que fomenten la alfabetización digital y animen a los usuarios a verificar las fuentes de información.