“Spotify es probablemente lo peor que le ha pasado a los músicos.” Estas palabras de la artista islandesa Björk resuenan con fuerza, especialmente tras el reciente anuncio de un nuevo acuerdo entre Universal Music Group (UMG) y Spotify, que promete «la próxima era de innovación en el streaming». A pesar de las promesas de crecimiento y avance en la relación entre artistas y la plataforma de streaming, las preocupaciones sobre la compensación a los músicos persisten.
El nuevo acuerdo, que establece una licencia directa entre UMG y Spotify en múltiples países, busca centrarse en «el crecimiento, la innovación y el éxito de artistas y compositores». Según un comunicado conjunto, se prevé el desarrollo de nuevas ofertas, niveles de suscripción pagada y un catálogo más rico de contenido audiovisual. Daniel Ek, fundador y CEO de Spotify, asegura que esta colaboración fomentará la innovación en la industria musical, haciendo las suscripciones más atractivas para un público global más amplio.
Sin embargo, la crítica de Björk se enmarca en un contexto más amplio de descontento entre artistas respecto a los ingresos generados por servicios de streaming. A diferencia de la venta física de discos o descargas, que proporcionan a los artistas un precio fijo por canción o álbum, Spotify remunera según la «cuota de mercado» del artista. Esta práctica ha sido objeto de críticas por parte de varios músicos, incluidos Thom Yorke de Radiohead y Taylor Swift, quienes han llegado a retirar temporalmente su música de la plataforma en protesta.
La preocupación por la compensación a los artistas se intensifica al considerar que, en el último año, Spotify anunció beneficios récord de más de mil millones de euros, a pesar de haber reducido su plantilla en un 17% y aumentar los precios de suscripción. En contraste, la fortuna de Ek se estima en 7.400 millones de dólares, lo que refleja una disparidad notable entre los ingresos de la empresa y las ganancias de los músicos.
Björk, quien anteriormente había criticado las plataformas de streaming y se negó a que su álbum «Vulnicura» se distribuyera en Spotify en 2015, argumenta que la cultura de streaming ha transformado la sociedad y afectado profundamente a toda una generación de artistas. A medida que el modelo de negocio de la música evoluciona, las voces críticas como la de Björk continúan cuestionando la sostenibilidad y equidad de la industria musical actual.
El futuro de la música en streaming dependerá de la capacidad de las plataformas para equilibrar la innovación y el crecimiento con una compensación justa para los artistas, un desafío que, de no abordarse adecuadamente, podría seguir generando un creciente descontento dentro de la comunidad musical.
