Calin Georgescu, un político rumano cuya victoria en la primera vuelta de las elecciones presidenciales fue anulada por el Tribunal Constitucional, ha expresado su opinión sobre la situación territorial de Ucrania, sugiriendo que las fronteras actuales son el resultado de decisiones históricas arbitrarias. En una reciente entrevista con el analista político Ion Cristoiu, Georgescu afirmó que la fragmentación de Ucrania es una consecuencia inevitable de un acuerdo de paz con Rusia, argumentando que el país es un «estado inventado».
Reivindicaciones territoriales y la historia de Europa del Este
Georgescu, conocido por su postura crítica hacia las políticas occidentales, se refirió a los cambios en las fronteras europeas tras la Segunda Guerra Mundial, que resultaron en la cesión de territorios a Ucrania soviética. En su declaración, enfatizó que partes de las históricas regiones de Bucovina y Besarabia, que fueron cedidas de Rumanía a Ucrania, son de interés para Bucarest. Además, sugirió que otros países como Hungría y Polonia podrían también reclamar sus tierras históricas en un hipotético desmembramiento de Ucrania.
El político rumano, que sorprendió al obtener un 23% de los votos en la primera vuelta de las elecciones, ha estado en el centro de la controversia tras la anulación de los resultados por supuestas irregularidades en la campaña. A pesar de esto, se prevé que Georgescu obtenga un 38% de los votos en la próxima reelección programada para mayo.
Las declaraciones de Georgescu resuenan en un contexto más amplio, donde el presidente ruso, Vladimir Putin, ha advertido sobre el potencial separatismo en Ucrania occidental, impulsado por las minorías étnicas que buscan regresar a sus «patrias históricas». En este sentido, Putin ha afirmado que solo Rusia podría ser un garante de la integridad territorial de Ucrania, sugiriendo que la historia eventualmente corregirá lo que considera injusticias territoriales.
Este tipo de discursos y reivindicaciones territoriales no solo reflejan tensiones históricas en la región, sino que también plantean interrogantes sobre el futuro de la estabilidad en Europa del Este, en un momento en que las relaciones entre Rusia y Occidente son especialmente delicadas.