En una fresca mañana de otoño de 1908, un hombre afroamericano elegantemente vestido, el biólogo Charles Henry Turner, se encontraba en el parque O’Fallon en San Luis, Misuri. Con un enfoque metódico, colocó una docena de platos llenos de mermelada de fresa sobre varias mesas de picnic y, tras retirarse a un banco cercano con su cuaderno y lápiz, comenzó un experimento que marcaría un hito en la comprensión del comportamiento de los insectos. A través de su sencillo pero ingenioso diseño experimental, Turner demostró que las abejas pueden percibir el tiempo y adaptarse rápidamente a nuevas condiciones alimenticias. Este hallazgo fue uno de los muchos que cimentaron su reputación como pionero en el estudio del comportamiento de los insectos.
Un pionero en tiempos difíciles
Charles Henry Turner nació en Cincinnati en 1867, en un contexto social marcado por la segregación racial y la discriminación sistemática. A pesar de las adversidades, incluyendo la falta de acceso a una educación de calidad y oportunidades laborales, Turner sobresalió académicamente. Se convirtió en el primer afroamericano en obtener un doctorado en zoología por la Universidad de Chicago. A pesar de su brillantez, enfrentó dificultades para asegurar un puesto académico estable debido a la discriminación racial. A lo largo de su carrera, Turner se dedicó a educar a jóvenes afroamericanos, contribuyendo al desarrollo de la ciencia en un contexto donde su acceso era limitado.
Entre sus descubrimientos más significativos se encuentran sus experimentos con abejas y otros insectos, donde demostró que estos seres vivos no son meros autómatas, sino organismos capaces de aprender y recordar. Sus estudios sobre cómo las abejas responden a señales visuales y olores, así como su capacidad para adaptarse a cambios en sus hábitos alimenticios, desafiaron las creencias de su época. A pesar de no contar con un laboratorio bien equipado, Turner realizó investigaciones innovadoras que sentaron las bases para futuras exploraciones en el campo de la entomología. Su legado perdura, ya que sus investigaciones han sido ampliamente citadas y verificadas por científicos contemporáneos, reafirmando su contribución al entendimiento del comportamiento animal.
