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Marion Cotillard protagoniza el cuarto largometraje de la directora francesa Lucile Hadžihalolović, una adaptación de ritmo pausado del cuento «La reina de las nieves» de Hans Christian Andersen. La obra promete sumergir al espectador en un universo cautivador y gélido, alejado de las versiones más comerciales del relato, como la famosa «Frozen».
Con tres películas a sus espaldas, desde su debut en 2004 con Innocence hasta Earwig en 2021, Hadžihalolović se ha consolidado como una de las voces más singulares del cine francés contemporáneo. En esta nueva producción, vuelve a colaborar con Cotillard, además de contar con Geoff Cox, guionista de Earwig, para adaptar de manera libre el clásico cuento danés.
La historia se desarrolla en un pequeño pueblo montañoso de Francia en la década de 1970, donde Jeanne, interpretada por Clara Pacini en su primer papel cinematográfico, vive en un hogar de acogida. Ante la tristeza de su situación, decide escapar hacia una pista de hielo que ha visto en una postal. En su viaje, admira a una elegante patinadora llamada Bianca y decide asumir su identidad tras encontrarla sin su bolso.
Sin lugar donde dormir, Jeanne se refugia en lo que parece un almacén abandonado, que resulta ser un estudio de cine donde se está filmando una adaptación de «La reina de las nieves». Allí conoce a Cristina Van Der Berg, interpretada por Cotillard, una actriz famosa y temida por su rigor. A medida que la trama avanza, se establece una relación compleja entre ambas, marcada por una obsesión por parte de Jeanne y una fascinación por parte de Cristina.
Los seguidores del trabajo de Hadžihalolović reconocerán su estilo característico, centrado en atmósferas inquietantes y en personajes jóvenes enfrentados a situaciones que los obligan a madurar. En esta adaptación, la directora transforma la búsqueda de una niña por su «llama perdida» en un relato más enigmático y amenazante, donde las dinámicas de poder y la influencia entre generaciones juegan un papel crucial.
La película se caracteriza por un ritmo deliberado y una escasa cantidad de diálogos, creando un mundo rico en simbolismo y referencias a cuentos infantiles clásicos. Elementos visuales como la iluminación ámbar y el juego de sombras contribuyen a la atmósfera oscura y de cuento de hadas, mientras que objetos como un abrigo rojo recuerdan a «Caperucita Roja» y cuentas de perlas evocan a «Hansel y Gretel». Estos elementos se entrelazan para narrar la historia de una heroína en la frontera entre la niñez y la adultez.
El personaje de Cotillard es central en esta narrativa. Aunque al principio parece que su papel se limita a encarnar una belleza enigmática, su desarrollo en la segunda mitad de la película añade capas de complejidad a la búsqueda de Jeanne. Cristina, figura casi mítica, exige un sacrificio de su identidad juvenil, revelando su propia vulnerabilidad. Se presenta como una diva al estilo de Norma Desmond, atrapada en un pasado de gloria que se desdibuja ante la llegada de la juventud.
La densidad temática de The Ice Tower es notable, explorando la dualidad de los personajes y la relación entre el arte y la realidad. La historia de Andersen, que en su versión original incluía la presencia de un espejo, se transforma aquí en una reflexión sobre el cine como un medio que puede distorsionar y reflejar la realidad de manera similar. Los paralelismos entre Cristina y Jeanne sugieren una transmisión del conocimiento y la experiencia, así como el peligro de convertirse en un mero escalón en el camino hacia la autoafirmación.
Aunque algunos espectadores podrían encontrar frustrante la lentitud del relato y la falta de una claridad inmediata en su significado, aquellos que buscan una experiencia inmersiva en un ambiente gélido y poético encontrarán en The Ice Tower un hechizo difícil de romper.