A pesar de la destacada actuación de Benedict Cumberbatch, «The Thing With Feathers» no logra hacer justicia a la asombrosa novela de Max Porter. Esta adaptación cinematográfica, dirigida por un realizador que intentó plasmar la complejidad emocional de la obra original, se enfrenta a un desafío considerable al trasladar a la pantalla un texto que se caracteriza por su lirismo y profundidad.
La novela de Porter, publicada en 2015, aborda temas universales como la pérdida y la esperanza a través de la historia de una familia que lidia con la ausencia de un ser querido. La prosa poética y las imágenes evocadoras que definen la novela son difíciles de trasladar al formato cinematográfico sin perder su esencia. A pesar de los esfuerzos del director y del guionista, la narrativa cinematográfica se siente a menudo superficial y no logra captar la riqueza emocional que hace que la obra literaria resuene en su público.
Benedict Cumberbatch, conocido por su capacidad para interpretar personajes complejos, ofrece una actuación comprometida que aporta un nivel de intensidad a la película. Sin embargo, su esfuerzo no es suficiente para compensar las limitaciones del guion y la dirección. La falta de matices en la narrativa y el desarrollo de los personajes secundarios restan profundidad a la historia, lo que provoca que el espectador no se sumerja completamente en la experiencia que propone Porter en su libro.
El diseño de producción y la cinematografía también juegan un papel crucial en la percepción de la película. Si bien algunos paisajes y escenas están bellamente capturados, la estética visual a menudo se siente desconectada de la emoción que se busca transmitir. Esto es especialmente relevante en una obra que se basa tanto en la atmósfera y el simbolismo como en el desarrollo de la trama.
En resumen, «The Thing With Feathers» es una adaptación que, a pesar de contar con un intérprete de la talla de Cumberbatch, no logra hacer honor a la obra original de Max Porter. La complejidad de la novela queda relegada a un segundo plano, dejando a la película como una experiencia visual que, aunque puede ser entretenida, no alcanza la profundidad emocional que caracteriza al texto literario.
