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Un estudio reciente ha puesto de manifiesto la eficacia de ciertas cepas ambientales en la producción de biocemento, un material que promete revolucionar la industria de la construcción desde una perspectiva ecológica. Este trabajo, liderado por Dimitrios Terzis, científico sénior de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL) y cofundador de la empresa Medusoil, se centra en el análisis de 50 cepas bacterianas provenientes de tierras agrícolas en el cantón de Ticino, Suiza. Esta región, dedicada al pastoreo de ganado lechero, presenta condiciones óptimas para la producción de biocemento, gracias a la abundancia de calcio en su suelo.
La biocementación se basa en un proceso natural: la secreción de una enzima por microorganismos que desencadena la formación de carbonato, el cual se une al calcio presente en el suelo para formar calcita, un cemento natural. El estudio, publicado en Scientific Reports, identificó qué cepas naturales son capaces de producir la enzima necesaria y ser fermentadas, lo que las convierte en candidatas ideales para la producción de biocemento. Para evaluar su potencial, los investigadores cultivaron la cepa más prometedora e inocularon esta en una columna de arena de 1,5 metros de altura, observando que, tras 24 horas de infiltración, la columna adquirió la resistencia suficiente para ser utilizada en aplicaciones de ingeniería geotécnica y geoambiental, como la prevención de la erosión.
Un cambio de paradigma en la construcción
Medusoil, creada hace siete años, se especializa en la producción de aglutinantes orgánicos cuyo impacto en carbono es al menos un 55% inferior al del cemento convencional, que se obtiene mediante el calentamiento de una mezcla de 80% de caliza y 20% de arcilla a altas temperaturas. El biocemento puede utilizarse en múltiples aplicaciones geotécnicas y de construcción, como la consolidación de presas, la prevención de la erosión y la protección de áreas vulnerables a deslizamientos de tierra, terremotos o cargas cíclicas generadas por el tráfico de carretera y ferrocarril.
En el estudio mencionado, los autores destacan que el proceso natural de biocementación tiene potencial para ser implementado a gran escala, contribuyendo así a un cambio hacia una mayor sostenibilidad en la industria de la construcción. La empresa ha dado un paso significativo en 2024 con la apertura de una planta de producción en Molondin, cerca de Yverdon-les-Bains, capaz de generar 400,000 litros de biocemento al año, suficiente para estabilizar cinco kilómetros de ribera frente a la erosión. Además, Medusoil cuenta con una planta de biocementación móvil que utiliza materias primas locales, utilizada recientemente en Rumanía para reforzar carreteras.
La investigación y el desarrollo continuo en esta área son fundamentales, y Medusoil tiene planes para expandir sus proyectos en Francia, Oriente Medio y los Países Bajos durante este año. La combinación de innovación y compromiso con la sostenibilidad sitúa a esta empresa en la vanguardia de un sector que, ante el cambio climático y la creciente demanda de prácticas sostenibles, debe adaptarse a nuevas realidades y encontrar alternativas más respetuosas con el medio ambiente.