
La reciente visita del vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, a Alemania ha puesto de manifiesto un cambio significativo en las relaciones transatlánticas. En un gesto que ha sorprendido a muchos, Vance desestimó la importancia de reunirse con el canciller alemán, Olaf Scholz, afirmando que “no tenemos ninguna necesidad, no durará mucho como canciller”. Sin embargo, al día siguiente, se reunió con Alice Weidel, líder de Alternativa por Alemania (AfD), un partido populista de extrema derecha que ha sido objeto de críticas por su relación con el legado del nazismo. Este episodio simboliza un giro en la política estadounidense que podría tener repercusiones profundas en el orden internacional establecido.
Durante su participación en la Conferencia de Seguridad de Múnich y en el Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania en Rammstein, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, dejó claro que Estados Unidos ya no se considera “el principal garante de la seguridad de Europa”. A pesar de ello, exigió a los aliados europeos que financien la reconstrucción de Ucrania y que envíen tropas para mantener el alto el fuego, sin el respaldo de la protección de la OTAN. Este cambio de enfoque refleja una nueva dinámica en la que Estados Unidos parece priorizar sus alianzas con movimientos de extrema derecha en lugar de mantener sus vínculos tradicionales con Europa.
Un nuevo orden imperial
Expertos en relaciones internacionales, como Juan Antonio Sanahuja de la Universidad Complutense, advierten que estos acontecimientos marcan un punto de inflexión en la relación transatlántica. Según Sanahuja, Vance ha evidenciado que para Trump es más importante su alianza con la ultraderecha que los vínculos históricos con Europa. Este cambio de paradigma también se refleja en la postura de Trump hacia Rusia, donde ha comenzado a desmantelar el aislamiento que había caracterizado la política exterior estadounidense en los últimos años.
Nathalie Tocci, directora del Istituto Affari Internazionali, ha señalado que tanto Trump como Putin comparten una “visión imperial del mundo”, lo que implica que las decisiones sobre el futuro de Ucrania se tomarán sin la participación de este país. Esta perspectiva imperialista se ha manifestado en las recientes declaraciones de Trump, quien ha hecho reclamaciones sobre territorios como el Canal de Panamá y Groenlandia, así como en su interés por Gaza, donde ha expresado su deseo de establecer un resort vacacional, justificando su ambición con la “autoridad de Estados Unidos”.
El desmantelamiento del orden internacional que Estados Unidos ayudó a construir tras la Segunda Guerra Mundial es un tema recurrente en las declaraciones de los analistas. Marco Rubio, secretario de Estado, ha afirmado que el orden global posbélico es considerado obsoleto y un arma en contra de los intereses estadounidenses. Esta postura ha llevado a la Casa Blanca a desmantelar agencias de cooperación internacional y a retirarse de organizaciones como la Organización Mundial de la Salud, lo que pone en riesgo la estabilidad de muchas naciones dependientes de la ayuda exterior.
El nuevo enfoque de Estados Unidos, que parece estar guiado por la ley del más fuerte, plantea serias dudas sobre el futuro del sistema internacional. Richard Hass, un veterano diplomático estadounidense, ha advertido que estamos entrando en una era en la que las grandes potencias, incluido Estados Unidos, se reservan el derecho de decidir el destino de otros países, lo que podría tener graves consecuencias para la soberanía de naciones como Ucrania, que se enfrenta a la presión de ceder territorios y recursos minerales.