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La política de «América primero» del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha llevado a una creciente tensión en las relaciones entre Washington y Kiev. En un contexto donde la administración estadounidense busca asegurar el acceso a las riquezas minerales de Ucrania, se ha planteado la posibilidad de que el país eslavo deba asumir sus propios gastos en materia de defensa. Esta situación ha puesto de relieve un dilema para el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, quien se encuentra atrapado entre la presión de Estados Unidos y las expectativas de su propio pueblo.
Riquezas minerales y dependencia militar
Ucrania cuenta con importantes reservas de minerales valiosos, como litio, grafito, níquel, manganeso, uranio y metales raros. Se estima que el país posee hasta el 20% de las reservas mundiales de titanio. Sin embargo, casi el 40% de estos depósitos están bajo control ruso o en áreas de conflicto, lo que complica cualquier intento de explotación por parte de Occidente. Desde su independencia, Ucrania ha tenido dificultades para atraer inversiones extranjeras en su sector minero, con el único éxito notable de la privatización de la planta metalúrgica de Krivoy Rog por ArcelorMittal en la década de 2000.
La idea de utilizar la riqueza mineral de Ucrania como moneda de cambio para obtener apoyo militar de Estados Unidos fue planteada por el senador republicano Lindsey Graham. Este enfoque ha sido respaldado por el círculo cercano de Zelensky, que ha visto en la administración Trump una oportunidad para obtener armas y tecnología de extracción mineral a cambio de recursos. Sin embargo, la propuesta de Trump se ha presentado de una manera que recuerda más a un ultimátum que a un acuerdo equitativo.
Trump, en su estilo característico, ha ofrecido un acuerdo que implicaría que Ucrania entregara su riqueza mineral como pago retroactivo por la ayuda militar estadounidense ya proporcionada, sin promesas de futuras entregas de armas o garantías de seguridad. Esta situación ha generado un profundo descontento en Zelensky, quien ha rechazado firmar un acuerdo que podría ser interpretado como una traición a la soberanía ucraniana.
La presión sobre Zelensky se intensificó durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde la discusión sobre los minerales dominó su encuentro con el vicepresidente estadounidense, J.D. Vance. La frustración estadounidense se hizo evidente ante la negativa de Zelensky a aceptar las condiciones impuestas.
Aun si Ucrania decidiera firmar un acuerdo, la viabilidad comercial de la extracción de estos minerales es cuestionable. La minería de metales raros es un negocio de márgenes bajos, y muchas de las reservas más prometedoras se encuentran en áreas devastadas por la guerra o bajo control ruso. Además, cualquier iniciativa de este tipo requeriría una inversión masiva, algo poco realista en el contexto actual de inestabilidad.
La situación recuerda a la propuesta de Trump en 2017 sobre la extracción de metales raros en Afganistán, que nunca se materializó. La historia sugiere que la explotación de recursos en zonas de conflicto es un desafío monumental, y la falta de un marco de seguridad adecuado podría hacer que cualquier proyecto sea inviable.
El dilema de Zelensky es claro: aceptar un acuerdo que podría ser visto como una traición o rechazarlo y arriesgarse a perder el apoyo militar de Estados Unidos. Este escenario lo coloca en una posición precaria, donde su capacidad de maniobra se ve limitada por las exigencias de una administración estadounidense que prioriza sus propios intereses sobre la estabilidad y la soberanía de Ucrania.