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El viaje de los jóvenes salmones a lo largo del río San Joaquín en California Central es un proceso complicado y lleno de riesgos. Cada primavera y otoño, miles de estos peces, que apenas alcanzan el tamaño de un dedo meñique, se embarcan en una travesía de 350 millas, nadando día y noche y esquivando depredadores para llegar al océano Pacífico.
Sin embargo, menos del 5% logra sobrevivir a este recorrido, y en algunos años, la cifra es casi nula. Las altas temperaturas del agua, las represas y la mala calidad del agua representan amenazas significativas para estos animales, pero son los depredadores introducidos por el ser humano, como el robalo y el pez boca grande, los que causan la mayor parte de las muertes.
Un estudio sobre la supervivencia de los salmones
Un nuevo estudio liderado por investigadores de la Universidad de Colorado en Boulder ha revelado cómo los salmones jóvenes aprenden a nadar en diferentes partes del río y en distintos momentos del día para evitar a sus depredadores y conservar energía. Esta investigación se ha publicado en la revista Ecology Letters.
Según Mike Gil, autor principal del estudio y profesor asistente en el Departamento de Ecología y Biología Evolutiva, «la pesquería de salmón en el área del delta del río San Joaquín está al borde del colapso». A medida que la población de salmones Chinook en el sistema de ríos Sacramento y San Joaquín ha disminuido en un 90% en las últimas dos décadas, la urgencia de comprender mejor este fenómeno se vuelve crítica.
Los investigadores colocaron dispositivos de seguimiento en 424 salmones juveniles, así como en 23 robalos y 17 peces boca grande. Utilizando detectores situados a lo largo de las orillas del río, el equipo monitorizó las actividades de los salmones y sus depredadores durante dos meses, analizando cuándo y dónde ocurrían los ataques.
Los resultados mostraron que los salmones migran una distancia considerablemente mayor durante la noche, un comportamiento que los científicos habían observado previamente sin entender completamente su razón. Durante el día, los robalos se concentran y atacan con más frecuencia en la parte central del río, donde los salmones prefieren nadar debido a las corrientes más fuertes que les permiten ahorrar energía en su viaje hacia el mar.
Para evitar a estos depredadores, los salmones jóvenes han adaptado su migración, eligiendo nadar en la parte media del río al caer la noche. Durante el día, se refugian cerca de las orillas, lo que les obliga a gastar más del doble de energía para recorrer la misma distancia.
Las observaciones también revelaron que durante el amanecer y el atardecer, los ataques por parte de los depredadores aumentan, lo que podría deberse a que los robalos, con ojos más grandes, pueden ver mejor en condiciones de baja luminosidad que los salmones juveniles, que tienen ojos más pequeños.
Gil espera que estos hallazgos puedan dirigir los esfuerzos para salvar las poblaciones locales de salmón. Por ejemplo, limitar la contaminación lumínica en las noches en las localidades cercanas al río y sus estuarios podría favorecer la supervivencia de estos peces. «Como humanos, estamos bastante limitados en nuestra comprensión de cómo se comportan los animales en la naturaleza. Al comprender mejor esto, podemos tomar decisiones más informadas sobre cómo mantener estas especies», concluyó Gil.