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El primer ministro australiano, Anthony Albanese, se encuentra en una situación política crítica a medida que se acercan las elecciones, previstas para antes de finales de mayo. Los analistas políticos sugieren que podría optar por el 12 de abril como fecha electoral, buscando capitalizar un reciente recorte de tasas de interés y evitar presentar un presupuesto antes de la votación.
Albanese, quien se ha presentado como un líder de izquierda, enfrenta un panorama electoral sombrío, similar al de otros líderes socialdemócratas en Occidente, como Jacinda Ardern y Justin Trudeau, quienes han renunciado anticipadamente ante el creciente descontento popular. La estrategia de Albanese de intentar ser reelegido en medio de un descontento creciente podría ser un acto de arrogancia o una subestimación de la voluntad del electorado australiano, que cada vez muestra más desconfianza hacia su liderazgo.
Un liderazgo cuestionado
La caída de Albanese comenzó la noche de su victoria electoral, cuando anunció sin consultar a su partido que la principal iniciativa de su gobierno sería establecer una ‘Voz al Parlamento’, un órgano consultivo destinado a asesorar sobre asuntos indígenas. Esta propuesta, aunque respaldada por sectores académicos y corporativos, ha sido criticada por su falta de efectividad y por no abordar las condiciones de vida de las comunidades aborígenes.
El referéndum para enmendar la constitución y establecer esta ‘Voz’ fue un fracaso rotundo, con un 60% de la población votando en contra. Este resultado no solo refleja el rechazo a la propuesta, sino también un creciente sentimiento populista en Australia. A pesar de ello, Albanese desestimó la derrota, señalando que los aborígenes estaban acostumbrados a la decepción, y continuó impulsando políticas alineadas con las élites, como la agenda sobre el cambio climático y los derechos de diversidad.
La falta de acción efectiva frente a la crisis del costo de vida, que ha empobrecido a muchos australianos, ha sido otro punto débil de su gobierno. A pesar del aumento de precios en energía y alimentos, Albanese ha optado por políticas que benefician a las élites, como la propuesta de ofrecer cuidado infantil gratuito a familias con ingresos de hasta 580,000 dólares australianos, ignorando las necesidades de la mayoría de los ciudadanos.
Además, su política exterior ha sido criticada por adoptar una postura conservadora, alineándose con la agenda de la oposición en temas como la política hacia China y el conflicto en Gaza. Esta falta de una postura clara y crítica ha llevado a que su figura sea demonizada por el líder de la oposición, Peter Dutton, quien ha capitalizado el descontento popular hacia las decisiones de Albanese.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha añadido más complicaciones a la situación de Albanese, quien ha sido objeto de críticas por sus comentarios despectivos hacia el expresidente. La postura populista de Trump contrasta con la de Albanese, quien parece cada vez más desconectado de las preocupaciones de los votantes australianos.
Con las elecciones a la vista, la situación de Albanese es precaria. Aunque cuenta con el apoyo de algunos partidos menores, es probable que no logre formar un gobierno mayoritario, lo que podría llevar a una inestabilidad política continua. Su primer anuncio electoral, que afirmaba comprender la presión que enfrentan las familias, revela la falta de confianza en su gestión y la necesidad de desviar la atención hacia su oponente.
La situación de Albanese es un reflejo de la crisis que enfrentan muchos líderes socialdemócratas en el mundo occidental, quienes, al alinearse con las élites globales, han perdido el contacto con las necesidades de sus ciudadanos. La incapacidad de estos líderes para abordar los problemas económicos y políticos que afectan a sus países ha llevado a un aumento del apoyo a movimientos populistas, poniendo en riesgo la viabilidad de sus partidos en el futuro.