El Gobierno canadiense ha propuesto la eliminación progresiva de los llamados «productos químicos eternos» o PFAS (sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas) en numerosos productos de consumo, tras comprobar su toxicidad y el daño que causan en niveles elevados en la población y el medio ambiente. Esta iniciativa se ha anunciado en un contexto creciente de preocupación internacional por los efectos nocivos de estos compuestos químicos.
Las restricciones sobre los PFAS se implementarán en varias fases a partir de 2027, tras la realización de consultas pertinentes. En una rueda de prensa celebrada en un parque de bomberos de Montreal, el Ministro de Medio Ambiente, Steven Guilbeault, anunció que la prohibición comenzará con los espumas contra incendios que contienen estos químicos, seguida por productos como cosméticos, materiales de envasado de alimentos y textiles. En fases posteriores, también se prevé la prohibición de PFAS en medicamentos y dispositivos médicos.
Impacto y alcance de la regulación
Guilbeault calificó esta medida como «un paso significativo hacia la mejor protección de todos los canadienses frente a los productos químicos eternos». Esta decisión se suma a las guías sobre los PFAS en el agua potable y en fertilizantes anunciadas en 2024, evidenciando un compromiso claro por parte del gobierno canadiense en la lucha contra la contaminación química.
Según las pruebas realizadas, se han encontrado PFAS en el medio ambiente canadiense, desde el Ártico hasta la fauna local y en casi el 100% de la población, incluyendo en muestras de sangre y tejido cerebral. Estas sustancias, ampliamente utilizadas desde finales de la década de 1940, se incorporan en la producción masiva de tratamientos antiadherentes, impermeables y resistentes a manchas que cubren productos que van desde sartenes hasta paraguas, alfombras, hilo dental y ceras para esquís.
La naturaleza persistente de los PFAS, que se descomponen extremadamente lento, les ha otorgado su apodo de «químicos eternos», ya que se infiltran en el suelo y las aguas subterráneas, y de ahí a la cadena alimentaria y al agua potable. La exposición crónica, incluso a niveles bajos de estas sustancias, se ha relacionado con daños hepáticos, colesterol elevado, respuestas inmunitarias reducidas, bajo peso al nacer y varios tipos de cáncer.
Las nuevas regulaciones tienen como objetivo «alcanzar los niveles más bajos de exposición ambiental y humana a los PFAS que sean técnicamente factibles», según informaron fuentes oficiales en una rueda de prensa. Sin embargo, la prohibición no incluirá a los fluoropolímeros, un tipo de plástico resistente al calor que se utiliza en sectores como la aeronáutica, la automoción y la electrónica, que seguirá siendo evaluado. Se considerarán otras exenciones dependiendo de la disponibilidad de alternativas, factores socioeconómicos y las acciones que adopten otros países.
