
Cerca del 80 por ciento de las madres en España trabajan fuera del hogar, sin embargo, siguen recibiendo salarios más bajos y enfrentando limitaciones en sus oportunidades laborales. Esta situación se agrava con la reciente encuesta realizada en Estados Unidos, donde se reveló que dos tercios de las madres consideran abandonar el mercado laboral en 2024 debido al estrés y los altos costos del cuidado infantil. Este problema es especialmente agudo entre las madres de la Generación Z, con un 82 por ciento de ellas expresando estas preocupaciones.
Un estudio reciente destaca la necesidad de reconocer el impacto físico y emocional que la maternidad tiene en las mujeres en el ámbito laboral. El análisis combina experiencias personales y estudios académicos para abordar la difícil situación que enfrentan las madres al intentar equilibrar sus responsabilidades laborales y familiares.
Un equilibrio imposible
Las exigencias del entorno laboral moderno son incompatibles con las expectativas actuales sobre la maternidad. Hoy en día, las madres dedican el doble de tiempo a sus hijos en comparación con la década de 1970. Se espera que las madres practiquen un estilo de crianza que exige una implicación profunda en cada aspecto de la vida de sus hijos, desde asistir a múltiples actividades extracurriculares hasta gestionar las tareas del hogar.
Por otro lado, los entornos laborales son cada vez más exigentes. La socióloga estadounidense Alison Wynn acuñó el término «everwork» para describir la combinación de sobrecarga laboral, la necesidad de estar siempre disponible y la imprevisibilidad que se ha vuelto norma en muchos sectores profesionales. Wynn describe a las madres como «equilibristas» que intentan gestionar sus responsabilidades personales y profesionales en un contexto de «everwork», con el riesgo constante de caer en la frustración.
Las demandas crecientes de la maternidad y la vida profesional son insostenibles. Se espera que las mujeres trabajen en entornos donde las expectativas de rendimiento son simplemente incompatibles con la realidad de la vida familiar. Esto está teniendo un efecto devastador: casi la mitad de las madres canadienses afirman haber alcanzado su «punto de quiebre», sintiéndose sobrecargadas, abrumadas y subestimadas.
Además de las dificultades para equilibrar trabajo y maternidad, muchas mujeres perciben que los lugares de trabajo son hostiles hacia la maternidad. Estas tensiones se agravan durante el embarazo, ya que las mujeres embarazadas enfrentan la presión de ocultar su cuerpo en las primeras etapas del embarazo, para luego lidiar con comentarios inapropiados y tocamientos no deseados en las fases posteriores. A pesar de que existen leyes para proteger a las mujeres embarazadas de la discriminación, esto no impide que las compañeras de trabajo perpetúen prácticas que hacen sentir a las mujeres embarazadas como si no pertenecieran al espacio laboral.
Asimismo, las mujeres enfrentan las realidades físicas de tener un cuerpo posparto en el trabajo. Problemas como las fugas de leche materna o los ciclos menstruales impredecibles son comunes, y aunque algunas empresas ofrecen espacios de lactancia, esta práctica no es la norma. Las mujeres también deben considerar su apariencia en el trabajo, ya que aquellas que adoptan un estilo «maternal» suelen ser menospreciadas. La sociedad espera que las mujeres controlen y gestionen sus cuerpos para adaptarse a las normas laborales, un requerimiento que entra en conflicto directo con sus realidades biológicas.
Hacia un cambio en el entorno laboral
Las madres y quienes las apoyan deben unirse para exigir mejores condiciones laborales, no solo para ellas, sino para todos. Solo a través de la acción colectiva se podrá lograr un cambio duradero en la cultura laboral.