
La empresa SpaceX, fundada por Elon Musk, ha enfrentado un nuevo revés en su ambicioso proyecto Starship, el cohete más grande y poderoso del mundo. En la jornada del jueves, la compañía sufrió la pérdida del segmento superior de su cohete tras un despegue desde su instalación en Boca Chica, Texas. Este incidente se asemeja a un episodio anterior, donde el cohete también terminó en explosión durante una prueba orbital en enero.
El despegue se produjo poco después de las 5:30 p.m. (hora local), marcando la octava prueba no tripulada del Starship, a pesar de que las fechas previstas para el lanzamiento se habían aplazado en dos ocasiones anteriores esta semana. Tras la separación del propulsor, las imágenes en vivo mostraron cómo la etapa superior giraba descontroladamente antes de que la señal se cortara abruptamente. Las imágenes dramáticas que circularon por las redes sociales mostraron escombros incandescentes cayendo sobre las Bahamas.
Un portavoz de SpaceX, Dan Huot, confirmó la pérdida de contacto con la nave, señalando que esta situación había ocurrido también durante el vuelo de enero. La Administración Federal de Aviación (FAA) de EE. UU. activó brevemente una «zona de respuesta a escombros», lo que provocó retrasos en los vuelos desde Newark y Filadelfia hasta Miami. La FAA ha establecido que SpaceX deberá llevar a cabo una investigación antes de poder realizar otro lanzamiento.
Detalles del incidente y el futuro del programa
SpaceX indicó que un «evento energético en la parte trasera del Starship» resultó en la pérdida de varios motores Raptor, lo que, a su vez, llevó a la pérdida de comunicación con la nave. La empresa aseguró que no había materiales tóxicos presentes en los escombros y que procederían con una investigación exhaustiva en coordinación con la FAA.
A pesar de este contratiempo, la filosofía de «fallar rápido, aprender rápido» de SpaceX ha contribuido a su posición dominante en el sector de lanzamientos espaciales. Sin embargo, la influencia de Musk como uno de los asesores más cercanos del expresidente Donald Trump ha suscitado preocupaciones sobre posibles conflictos de interés, sobre todo en relación a la supervisión federal que recae sobre sus empresas.
Desde la llegada de Joe Biden a la presidencia, Musk ha tenido enfrentamientos frecuentes con la FAA, acusándola de sobre-regulación en cuestiones de seguridad y medio ambiente. En este contexto, los informes de que un ingeniero de SpaceX visitó la sede de la FAA para advertir a los empleados sobre posibles riesgos laborales en caso de no avanzar en un programa de despliegue de terminales de satélites Starlink, han generado inquietud. Este programa tiene como objetivo integrar dichos satélites en el sistema nacional de espacio aéreo, lo que podría poner en riesgo un contrato que Verizon tiene con la FAA para modernizar su infraestructura.
SpaceX ha desmentido las acusaciones, calificando de «falsos» los recientes reportes sobre su relación con la FAA. A medida que la compañía continúa con sus pruebas y desarrollos, el camino hacia un transporte espacial seguro y eficiente sigue plagado de desafíos, tanto técnicos como regulatorios.