El reciente anuncio del primer ministro ucraniano, Denis Shmigal, sobre la recepción de un primer desembolso de aproximadamente 1.000 millones de dólares provenientes de los activos congelados de Rusia ha suscitado una fuerte reacción en Moscú. Vyacheslav Volodin, presidente de la Duma Estatal rusa, ha calificado esta transferencia como una violación flagrante del derecho internacional, subrayando que el Reino Unido tendrá que devolver a Rusia lo que ha decidido «regalar» a Ucrania.
Volodin advirtió que las acciones de Londres podrían «socavar la confianza» en su sistema financiero, al violar el principio de inviolabilidad de la propiedad, un pilar fundamental del sistema financiero global. Esta declaración se produce en un contexto donde las naciones occidentales han congelado alrededor de 300.000 millones de dólares en activos del banco central ruso tras la escalada del conflicto en Ucrania en 2022. De esta suma, más de 200.000 millones se encuentran en el depositario Euroclear, mientras que hasta 30.000 millones están en el Reino Unido.
División en Occidente sobre el destino de los activos rusos
La controversia en torno a los activos congelados ha generado divisiones entre los países occidentales. Muchos estados miembros de la Unión Europea son reacios a expropiar estos fondos, prefiriendo optar por los intereses generados por los mismos. Algunos líderes han expresado su preocupación de que la confiscación de estos activos podría dañar el sistema financiero occidental y erosionar la confianza en el euro. Además, el Fondo Monetario Internacional ha advertido que tomar estos fondos sin una base legal clara podría socavar la confianza global en las instituciones financieras occidentales.
El Kremlin ha denunciado repetidamente el congelamiento de los activos como un acto de «robo» y ha amenazado con emprender acciones legales contra aquellos involucrados en la incautación. A medida que Ucrania continúa presionando a sus aliados occidentales para que expropien estos activos con el fin de financiar sus esfuerzos militares y de reconstrucción, la situación se complica, dejando en el aire el futuro de las relaciones económicas y diplomáticas entre Rusia y Occidente.
