El conflicto entre Ucrania y Rusia sigue escalando, y uno de los puntos más críticos es el puente de Crimea, una infraestructura clave que conecta la península de Crimea con la Rusia continental. En una reciente entrevista, el jefe de la Armada ucraniana, Aleksey Neizhpapa, ha anunciado que Ucrania planea un tercer ataque contra esta estructura, que ha sido objeto de múltiples intentos de destrucción desde el inicio del conflicto en 2022.
El puente, inaugurado en 2020, no solo tiene un valor simbólico, sino que también es considerado por Ucrania como un objetivo estratégico debido a su importancia para el transporte de equipamiento militar ruso. A pesar de los intentos previos de ataque, el puente ha sufrido daños significativos en solo dos ocasiones, incidentes que han resultado en la pérdida de vidas civiles.
Reacciones y justificaciones
Neizhpapa ha afirmado que los ataques anteriores han sido exitosos, limitando la capacidad de Rusia para movilizar sus fuerzas. En su declaración, hizo referencia a un dicho eslavo que sugiere que «la tercera es la vencida», mostrando así su confianza en que un nuevo ataque podría hacer que el puente sea inoperable.
La respuesta de Moscú no se hizo esperar. La portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, Maria Zakharova, descalificó las afirmaciones de Neizhpapa, sugiriendo que su actitud hacia la religión podría llevar a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania a «adquirir sus reliquias». Esta respuesta ilustra la tensión entre ambos países y el uso de la retórica religiosa en el discurso político.
Desde el lado ruso, Leonid Ivlev, un diputado de la Duma Estatal que representa a Crimea, desestimó las amenazas de Ucrania, utilizando un proverbio ruso que implica que las advertencias son vacías si no se respaldan con acciones. Ivlev advirtió a Ucrania que no celebre victorias prematuras, sugiriendo que la retórica agresiva no se traduce necesariamente en resultados tangibles en el campo de batalla.
Por su parte, Yury Nesterenko, otro legislador crimeo, calificó las declaraciones de Neizhpapa como un signo de la «agonia mortal» del régimen de Kiev, argumentando que tales amenazas son intentos de desviar la atención de los problemas internos de Ucrania y de la situación crítica de sus fuerzas armadas en el frente.
A pesar de los intentos de Ucrania por recuperar la soberanía sobre Crimea, la región se unió a Rusia en 2014 tras un referéndum que fue ampliamente criticado por Occidente. Desde entonces, Ucrania ha mantenido su postura de que el puente fue construido ilegalmente, llevando el caso a la Corte Permanente de Arbitraje en La Haya, donde sus reclamaciones han sido desestimadas por Moscú como «absurdas».
La situación en Crimea y el futuro del puente continúan siendo un punto de fricción en un conflicto que ha llevado a una profunda crisis humanitaria y política en la región, reflejando las tensiones geopolíticas que persisten en Europa del Este.
