
Un reciente estudio ha revelado que la famosa estrella Wolf-Rayet 104, conocida como la «estrella de pinwheel», guarda más misterios de lo que se pensaba y es aún menos probable que se convierta en la temida «estrella de la muerte» que algunos habían anticipado. La investigación llevada a cabo por el científico del observatorio W. M. Keck, Grant Hill, confirma lo que se había sospechado durante años: WR 104 alberga en su núcleo un par de estrellas masivas que orbitan entre sí con un periodo de aproximadamente 8 meses. La colisión de sus potentes vientos da lugar a una espiral de polvo que gira y brilla en el infrarrojo.
La estructura de pinwheel de WR 104 fue descubierta en el observatorio Keck en 1999, sorprendiendo a los astrónomos con imágenes extraordinarias de su movimiento en el cielo. Una de las estrellas en esta pareja, una estrella Wolf-Rayet, es una estrella masiva y evolucionada que produce un viento potente enriquecido en carbono, mientras que la otra, una estrella OB menos evolucionada pero aún más masiva, genera un viento mayormente compuesto de hidrógeno.
Se cree que las colisiones entre estos vientos permiten la formación de hidrocarburos, a menudo denominados «polvo» por los astrónomos. Cuando fue descubierto, WR 104 también acaparó titulares como una posible fuente de explosiones gamma (GRB) dirigidas hacia la Tierra. Los modelos que se habían realizado indicaban que su rotación se daba en el plano del cielo, como si estuviéramos observando a alguien girar una manguera de jardín en su cabeza. Esto significaba que los polos de rotación de ambas estrellas podrían estar apuntando en nuestra dirección. Si una de estas estrellas terminara su vida como supernova, la explosión podría ser lo suficientemente energética para generar un GRB que se proyectara en direcciones polares.
Un descubrimiento inesperado
El estudio de Hill, publicado en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, se basa en espectroscopia utilizando tres instrumentos del observatorio Keck: el Espectrómetro de Imágenes de Baja Resolución (LRIS), el Espectrómetro y el Imager Echellette (ESI), y el Espectrómetro de Infrarrojo Cercano (NIRSPEC). Gracias a estos espectros, fue capaz de medir las velocidades de las dos estrellas, calcular su órbita e identificar características en los espectros surgidas de los vientos colisionantes. Sin embargo, se encontró con una sorpresa considerable.
“Nuestra vista de la espiral de polvo del pinwheel desde la Tierra parece estar en un plano perfectamente horizontal, y parecía una suposición bastante segura que las dos estrellas orbitaran de la misma manera”, explica Hill. “Cuando comencé este proyecto, pensé que el enfoque principal sería los vientos colisionantes y que una órbita en plano era un hecho. En lugar de eso, encontré algo muy inesperado. La órbita está inclinada al menos 30 o 40 grados fuera del plano del cielo.”
Si bien esto es un alivio para aquellos preocupados por un posible GRB dirigido hacia nosotros, también plantea interrogantes sobre cómo es posible que la espiral de polvo y la órbita estén tan inclinadas entre sí. ¿Es necesario considerar más aspectos físicos al modelar la formación de la pluma de polvo? Este hallazgo resalta cómo, en astronomía, a menudo comenzamos un estudio y el universo nos sorprende con misterios que no esperábamos. “Podemos responder algunas preguntas, pero crear más. Al final, así es como a veces aprendemos más sobre la física y el universo en el que vivimos. En este caso, WR 104 no ha terminado de sorprendernos”, concluye Hill.